La Iglesia de El Villar, es todo un símbolo, su antigüedad data del siglo XV, está situada justo en el centro de la población, digamos que es el signo de identidad de la Aldea. El Templo, ocupa una superficie aproximada de 900 metros cuadrados, es de estilo colonial y su ubicación como la mayoría de los Templos de la Cristiandad, esta orientada hacia Jerusalén.
Hasta mediados del siglo XIX, era también el Cementerio de la Aldea y para ello contaba con varias fosas en el interior y exterior. Las tumbas, después de cinco años de enterramiento eran desalojadas y los huesos los depositaban en un sarcófago que aun existe justo detrás del campanario (una resbaladera). En el interior de la Iglesia solo se enterraban las personas notables de El Villar, por ejemplo: Al Cura, Don Domingo Gómez Rojo, le otorgó el Arzobispado el privilegio de enterrarse dentro de la Parroquia en 1.823.
Este Cura, protagonizó un acto heroico, el día que llegaron las tropas francesas a El Villar en 1.811. El ejército napoleónico era contrario al catolicismo y allí donde conquistaban un territorio o ciudad, arremetían contra la iglesia y destruían los ajuares. Ese día el oficial que mandaba las tropas francesas, obligó al Cura de El Villar a que le entregase las llaves de la Iglesia.- El Párroco, que les esperó sentado en la esquina frente a su casa, se negó rotundamente y fue agredido por los soldados napoleónicos. Después cuando retomó el poder el Rey Fernando VII, este reconoció la gesta del Cura y le nombro “Ciudadano de honor”.(documento archivado en la Colegiata Santa Mª Magdalena de Salamanca)
Este edificio, a lo largo del tiempo sufrió varias reformas y notables modificaciones. Consta de tres naves anexas divididas por arcos de medio punto y apoyados en cuatro inmensas columnas, de una altura considerable, con techo de madera y corriente a dos aguas (a parte de la sacristía y el corralote). En el exterior están todas sus fachadas encaladas, lo mismo que el interior. Es un bello y hermoso edificio.
El Templo tiene dos puertas de acceso. Su silueta es monumental. La torre formada por un campanario tipo espadaña, consta de tres campanas, dos grandes y un esquilón. A la torre se accede por unas escaleras interiores en forma de espiral y por cierto muy oscuras. Desde la azotea de la torre, se da vista a todo el contorno de El Villar, es como el vigía que observa todo lo que ocurre a su alrededor.
El interior del Templo es muy despejado, y tiene mucha luz. El ajuar religioso lo componen varias tallas, cuadros y otros ornamentos. En lugar preferente está la Imagen de Santa Marina, Patrona de la aldea. El Templo ha sufrido sacrilegios a lo largo de la historia motivado por guerras y revoluciones, destruyendo el legado religioso y los archivos históricos que daban fe de la memoria de El Villar.
En la entrada, hay un porche con muro, cancelas y barandas de hierro. El muro y las barandas fueron construidos en el año 1.929. En principio antes de cerrar el porche existía la misma plataforma con unos escalones que daban acceso. Al cerrar este recinto, solo hicieron una puerta que constaba en el proyecto: la de arriba.
En El Villar desde tiempo inmemorial se vivía una especie de división en dos bandos: la calle de arriba y la calle de abajo. Cada bando tenía erigida su peana con la cruz y celebraban la fiesta por separado. Igualmente a la Iglesia cada bando accedía por su puerta e incluso en el interior del Templo se agrupaban en dos sectores diferentes.
Esta división era extensible a toda la vida social de la aldea. Los novios no eran bien aceptados si eran del bando contrario; y aun más, si alguien se veía necesitado por ejemplo de pedir un pan prestado, (cosa muy característica en las aldeas) era un deshonor ocuparse al bando contrario.
La obra del Porche dio mucho que hablar y generó bastantes enfrentamientos en el vecindario. Era una necesidad imperante debido a que las bestias sesteaban en las mismas puertas de la Iglesia y allí dejaban sus excrementos; cosa que daba muy mala impresión.
Cuando se cerró el Porche, solo se dejó una puerta de acceso en la parte de arriba. Esto dio lugar a varias interpretaciones.- Los de la calle de arriba se jaztaban burlándose de sus adversarios; sin embargo abajo creo un fuerte malestar acusando al Cura Don José Mª Arroyo Cera, de favorecer a la parte contraria. (el Cura estaba muy vinculado a la calle de arriba)
Los vecinos de abajo, ante tal indignación se dirigieron con un escrito de protesta al Arzobispado de Sevilla pidiéndoles encarecidamente que se hiciese una puerta en la parte baja del porche, y el Arzobispado contestó que el dinero del presupuesto no daba para más, y por lo tanto la obra se daba por concluida.
La cosa se puso muy seria. Gracias a la mediación del Vicario de Valverde, la gente de la calle abajo, hicieron una suscripción popular para recaudar fondos, pero el vecindario apenas contribuyó. Eran tiempos muy escasos. Ante tal situación, se ofreció a sufragar la obra Amalia Barrera González. El Arzobispado dio permiso para construir la puerta de abajo; pero no aporto económicamente nada.
Con Amalia Barrera se unieron: Aurora Calvo Delgado, María Martina García, Ascensión Rodríguez Ramos, Agustina Gómez Delgado, Andrea Gil, Matilde Rabadán, Ángela Ramos, Apolonia González, Plácida Ramos, Juana Peña, Natividad Gil, Dolores González, Carmen Gómez Delgado, Piedras Albas Gómez, Gregoria Gómez, Salud Gil Peña, Marina Montes etc.
La Iglesia en El Villar ha sido siempre un lugar de encuentro y confraternidad entre el vecindario (aparte de los rituales paganos que enfrentaban a los vecinos). En la antigüedad los Párrocos residían en la aldea, y hacían una labor meritoria en cuanto a administrar valores que hiciesen posible la buena convivencia entre sus semejantes. Cuando surgían conflictos o diferencias entre vecinos, el Cura hacía acto de presencia, y mediaba aplicando el buen juicio.
También se dieron casos de generar algunos problemas, y de ellos lo demuestran documentos remitidos y firmados por los vecinos de la aldea al Vicariato y al Arzobispado de Sevilla.