viernes, 30 de octubre de 2009

La noche de los “Tosantos”

Aunque hace cuatro años que se me publicó un artículo referente a estas celebraciones (ahora eventos) quiero escribir algo este año con el mismo tema tan solo por “dar un poco por culo” con la leche del GÜILOVI de los co…, que si no fuera porque mueve moneas seguro no se celebraría tanto.

Hoy que podemos buscar en Internet todo lo que dudes no sé por qué lo mismo que buscan tías en pelotas y otras lindezas no buscan, aquellos que no lo conozcan, qué es el GÜILOVI. Es una tradición española y bien española. Yo lógicamente no voy a dar aquí un “máster” sobre esto pero si pediría que a los niños se les cuenten cuales eran las tradiciones en sus respectivos pueblos, aunque ahora con la Memoria Histórica sólo se cuenta lo que interesa, que está muy bien, pero las TRADICIONES también son memoria histórica ¿o no? Yo he oído, en una exposición de fotos, que todo lo que suene a antiguo es memoria histórica, ¿a que si?

Una vez más voy a contar cómo se celebraban Los “Tosantos”. Si,… no vayáis a empezar a relatar, no voy a dar el coñazo, vamos a recordarlo tan sólo para que no se olvide, porque los abuelos no vamos a ser eternos para contar las batallitas en las noches de invierno, si llega, porque a este paso,… al calor de la copa en la “estufa”.

En Zalamea hay un cuarto en la torre al que siempre se le llamó el “de los Tosantos”, en él nos pasábamos la noche de difuntos tocando a muerto durante toda ella, cuando a esa acción se le decía doblar. Ese era el cuarto donde se iba almacenando lo poco que podíamos recoger pidiendo durante todo el mes de octubre por las casas del pueblo, con la cantinela de ¿“da usted algo para los “tosantos”?, y después de depositar su pequeña limosna de una perra gorda o una perra chica, en el acetre, nosotros asperjábamos con el “guisopo” su casa con el agua bendita. Siempre procurábamos hacerlo el sábado por la mañana, especialmente, cuando las mujeres estaban limpiando la casa, para así, si no nos daba nada soltándonos el “perdone usted por Dios”, nosotros la chantajeábamos diciéndole, no se preocupe que nosotros se la echamos sin limosna. A lo que ella rápidamente saltaba ante su zaguán recién “limpito” no, ¡no me echéis agua bendita!, y ahí tenéis una perra gorda. Y esa noche de difuntos la campana tañía lóbregamente durante toda la noche, entretanto nosotros nos zampábamos los “moniatos” en guiso, las batatas “asas” y lo poco que con aquellas exiguas limosnas habíamos podido agenciar.

De esas limosnas vendrán, probablemente, las golosinas que los niños ahora piden por las casas. Casualmente hablando con mi amigo D. Ricardo sobre esta tradición me contaba que recordaba en el año del 1950 una noche de los “tosantos” en la que en unión de otros muchos “chavalotes” pasó la noche agarrado a las maromas de las campanas dando los toques lúgubres por las benditas almas del Purgatorio.

Sabían mucho de estas noches de difuntos mis amigos, algunos ya difuntos; Luis “el de la Vicentita”, José María “el Macareno”, Antonio “el Chueta”, José María “el Pollo”, Luís “el Misito”, Domingo “el de La Melchora”, y otros tantos de cuyos nombres siento no acordarme porque ¡están tan lejos en el tiempo,… aunque cercanos en una memoria ya vacilante!

Pastor, en vísperas de “Los Tosantos” del 2009