“Lo profundo” pretende ser un recorrido por los ritos que establece la iglesia católica en torno a la celebración de la cuaresma y la propia semana santa, estableciendo comparaciones que nos hagan referencia al pasado y presente en las formas de llevarlos a cabo. Es la primera parte de la entrevista a nuestro vecino Manolo Millán, al que queremos desde estas líneas agradecer su colaboración. Gracias Manolo.
La infancia es una de las etapas de la vida, en la cual los recuerdos y primeras vivencias dejan una gran marca en cada persona, por ello, y a pesar de que no era lo habitual, desde niño nos dice que "sentía una gran atracción por los cultos propios de la semana santa".
Los tiempos en los que comienza a vivir estos ritos (alrededor de 1954) son los que corresponden de párrocos a Don Antonio Palomar y Don Bernardo Pascual, a los que se debe añadir en semana santa Don Vicente cera, sacerdote, hijo de Zalamea la Real. Manolo formó parte como reparador ( nos informa que eran "un cuerpo de acólitos que ayudaban en las celebraciones con sotana blanca y fajín rojo").
Recuerda con nostalgia aquellas celebraciones, aunque no obstante comprende "la mayor cercanía de los cultos y formas actuales, pues anterior al concilio vaticano II todo se escuchaba y hablaba en latín y eran ceremonias aún más extensas en el tiempo y con los sacerdotes de espaldas al pueblo".
En la conversación se hace eco de la "majestuosidad del monumento en el pasado", que se monta y montaba en el sagrario de la parroquia para reservar el santísimo desde jueves a viernes santo.
Dentro del mismo tema nos relata que "anteriormente se sacaba todo el tesoro y se mostraba y adornaba con este el monumento. Eso comenzó a dejarse en desuso cuándo la iglesia da indicaciones de presentar unos monumentos más recatados".
El monumento, según nos comenta, "representa el único altar con significado en ese tiempo dentro de la parroquia, y para ello los demás se tapaban con telas y se despojaban de sus paños, para significarlo aún más".
En la actualidad la adoración ante el monumento ocupa el tiempo que va desde que el Jueves Santo se celebra la consagración de la eucaristía, hasta las doce de la noche, y a raíz de esto, nos hace referencia a "los turnos de vela que se hacían en otro tiempos y las prolíficas visitas que recibía de personas de Zalamea y de fuera de ella, algo que hecho en falta en la actualidad".
En cuanto a la cuaresma, nos informa que "la abstinencia no era sólo los viernes, sino toda la semana y los viernes correspondía al ayuno, algo que fue paulatinamente despareciendo, en parte, gracias a las dispensas papales a España, gracias a las compras de las bulas a Roma, algo que se popularizó mucho en nuestro pueblo", según nos comenta.
Los ritos del miércoles de ceniza se mantienen, "extrayendo éstas de los restos de ramas de olivos del domingo de ramos del año anterior para imponerlas a los fieles". Recuerda, igualmente, cómo en los años 60-70 la procesión de palmas "se iniciaba en la Ermita de la Pastora, e iba hacia la parroquia para comenzar al misa allí y leer, como actualmente, la pasión de Jesús de uno de los evangelios que no sea el de San Juan", que como nos refiere, "es para el Viernes Santo".
Actualmente los tres días centrales de la semana santa poseen las siguientes celebraciones:
"El Jueves santo celebramos la institución de la Eucaristía por Cristo en la Santa Cena y del sacerdocio" y destaca algunos momentos de la celebración, "como el traslado hacia el monumento del santísimo, una vez concluida la santa misa".
El Viernes Santo nos hace significar el vía crucis que se desarrolla a las doce de la mañana siguiendo las distintas estaciones que cuelgan de las paredes de la parroquia.
Ya por la tarde "se celebran los santos oficios de la muerte de Jesús, donde no hay misa y se comulga con las sagradas formas que se ha reservado en el monumento desde el día anterior. Aunque, antes de eso, se lee la pasión según San Juan y posteriormente, la adoración de la cruz, besando la cruz alzada que está en la Parroquia en el lado del evangelio y que sostendrá el párroco en sus manos".
Ya el Sábado Santo, se realiza "la mayor festividad de la iglesia: celebrar la resurrección de Cristo, en una ceremonia que conjuga, en primer lugar el nacimiento de la luz, con el encendido del cirio pascual y el pregón pascual cantado, para posteriormente hacer 7 lecturas entre antiguo y nuevo testamento y ritos relacionados con el bautismo, así como la posibilidad de bautizar algún niño, si sus padres así quisiera que fuera en ese día. Y concluye con la santa misa".
Como nota anecdótica nos referencia la celebración de este triduo sacro en el pasado en las mañanas de jueves, viernes y sábado, antes llamado de gloria.
La primera parte de nuestra entrevista acaba aquí, Esperando que os haya sido provechoso y enriquecedor. Os emplazamos en los siguientes días a leer la segunda parte que abordará “La Hermandad en el tiempo”, con historias y anécdotas sobre cómo era la semana santa y cómo se forma el esqueleto de lo que ahora sale a nuestras calles. Os lo recomendamos, no os defraudará. Así que, como se suele decir, continuará…
La infancia es una de las etapas de la vida, en la cual los recuerdos y primeras vivencias dejan una gran marca en cada persona, por ello, y a pesar de que no era lo habitual, desde niño nos dice que "sentía una gran atracción por los cultos propios de la semana santa".
Los tiempos en los que comienza a vivir estos ritos (alrededor de 1954) son los que corresponden de párrocos a Don Antonio Palomar y Don Bernardo Pascual, a los que se debe añadir en semana santa Don Vicente cera, sacerdote, hijo de Zalamea la Real. Manolo formó parte como reparador ( nos informa que eran "un cuerpo de acólitos que ayudaban en las celebraciones con sotana blanca y fajín rojo").
Recuerda con nostalgia aquellas celebraciones, aunque no obstante comprende "la mayor cercanía de los cultos y formas actuales, pues anterior al concilio vaticano II todo se escuchaba y hablaba en latín y eran ceremonias aún más extensas en el tiempo y con los sacerdotes de espaldas al pueblo".
En la conversación se hace eco de la "majestuosidad del monumento en el pasado", que se monta y montaba en el sagrario de la parroquia para reservar el santísimo desde jueves a viernes santo.
Dentro del mismo tema nos relata que "anteriormente se sacaba todo el tesoro y se mostraba y adornaba con este el monumento. Eso comenzó a dejarse en desuso cuándo la iglesia da indicaciones de presentar unos monumentos más recatados".
El monumento, según nos comenta, "representa el único altar con significado en ese tiempo dentro de la parroquia, y para ello los demás se tapaban con telas y se despojaban de sus paños, para significarlo aún más".
En la actualidad la adoración ante el monumento ocupa el tiempo que va desde que el Jueves Santo se celebra la consagración de la eucaristía, hasta las doce de la noche, y a raíz de esto, nos hace referencia a "los turnos de vela que se hacían en otro tiempos y las prolíficas visitas que recibía de personas de Zalamea y de fuera de ella, algo que hecho en falta en la actualidad".
En cuanto a la cuaresma, nos informa que "la abstinencia no era sólo los viernes, sino toda la semana y los viernes correspondía al ayuno, algo que fue paulatinamente despareciendo, en parte, gracias a las dispensas papales a España, gracias a las compras de las bulas a Roma, algo que se popularizó mucho en nuestro pueblo", según nos comenta.
Los ritos del miércoles de ceniza se mantienen, "extrayendo éstas de los restos de ramas de olivos del domingo de ramos del año anterior para imponerlas a los fieles". Recuerda, igualmente, cómo en los años 60-70 la procesión de palmas "se iniciaba en la Ermita de la Pastora, e iba hacia la parroquia para comenzar al misa allí y leer, como actualmente, la pasión de Jesús de uno de los evangelios que no sea el de San Juan", que como nos refiere, "es para el Viernes Santo".
Actualmente los tres días centrales de la semana santa poseen las siguientes celebraciones:
"El Jueves santo celebramos la institución de la Eucaristía por Cristo en la Santa Cena y del sacerdocio" y destaca algunos momentos de la celebración, "como el traslado hacia el monumento del santísimo, una vez concluida la santa misa".
El Viernes Santo nos hace significar el vía crucis que se desarrolla a las doce de la mañana siguiendo las distintas estaciones que cuelgan de las paredes de la parroquia.
Ya por la tarde "se celebran los santos oficios de la muerte de Jesús, donde no hay misa y se comulga con las sagradas formas que se ha reservado en el monumento desde el día anterior. Aunque, antes de eso, se lee la pasión según San Juan y posteriormente, la adoración de la cruz, besando la cruz alzada que está en la Parroquia en el lado del evangelio y que sostendrá el párroco en sus manos".
Ya el Sábado Santo, se realiza "la mayor festividad de la iglesia: celebrar la resurrección de Cristo, en una ceremonia que conjuga, en primer lugar el nacimiento de la luz, con el encendido del cirio pascual y el pregón pascual cantado, para posteriormente hacer 7 lecturas entre antiguo y nuevo testamento y ritos relacionados con el bautismo, así como la posibilidad de bautizar algún niño, si sus padres así quisiera que fuera en ese día. Y concluye con la santa misa".
Como nota anecdótica nos referencia la celebración de este triduo sacro en el pasado en las mañanas de jueves, viernes y sábado, antes llamado de gloria.
La primera parte de nuestra entrevista acaba aquí, Esperando que os haya sido provechoso y enriquecedor. Os emplazamos en los siguientes días a leer la segunda parte que abordará “La Hermandad en el tiempo”, con historias y anécdotas sobre cómo era la semana santa y cómo se forma el esqueleto de lo que ahora sale a nuestras calles. Os lo recomendamos, no os defraudará. Así que, como se suele decir, continuará…