Esta mañana he oído esta frase hablando de un pregón “…ha sido para escucharlo con el corazón”. Y sin pedirle permiso a su autor voy a aplicarlas a tu pregón. No me podías defraudar, después de hacer dos cientos de kilómetros para ser uno más de los que nos desparramáramos por nuestro templo, y desde tu atril ,vieras además de las caras de tu familia, a las de los que de verdad nos sentimos tus amigos, para oírte desgranar tantas cosas bonitas y hermosas.
Yo de mi cosecha voy a añadirle que fue un pregón de los que llegan al corazón a través de los sentidos, de igual forma que el agua cristalina va horadando la dura roca hasta traspasarla, tu voz tranquila y segura nos fue abstrayendo y trasportándonos a Semana Santa de otros tiempos, Semana Santa en la que los reparadores y monaguillos dormíamos bajo el paso del Cristo de La Sangre, hoy, en otro tiempo Cristo de La Buena Muerte, hasta que el viejo reloj de “Manolito” Cotán, reloj de manivela, daba las cuatro y se empezaba a mover el paso por las entonces frías baldosas de mármol de Makael hasta pisar las losas, magníficas, de Tarifa las que por las razones que sean perdimos a ambas. Entonces arrancábamos escaleras arriba a tocar la “matracala”, ya que siempre mandaban a los más “retacos”, y allá salíamos Antonio “El Chueta” y yo, a oscuras por aquellas escaleras, que recordé al nombrar aquel Viernes Santo en que hiciste sonar las diez campanadas para el inicio de la Vía Sacra, Dios escribe derecho con renglones torcidos.
En más de un momento cerraba los ojos y me veía junto a otros, de los que algunos hoy duermen el sueño de los justos, separando los bancos para, como hoy se dice, que el paso pudiera maniobrar después que alguna persona de las que se quedaban velando El Sagrario nos despertara; y veía a través de tus palabras que me sonaban como ensoñación oír aquellos muchachos diciendo “ese pañuelo es mío, me lo puso mi madre ayer”,… no puedo dejarte… lo tengo de promesa”… y despertaba de aquella somnolencia y seguía escuchándote referir pasaje tras pasaje esas Semana Santa que ahora están en el recuerdo. Con tu pregón ha pasado como cuando toreaba Curro Romero, y estaba bien (que era difícil) que todo el mundo salía toreando dando verónicas y naturales, de tu pregón salimos… pregonando.
Fue muy hermoso oírte decir que adquirías el compromiso de transmitirle a tus hijas, no solo nuestra Semana Santa, sino todas las tradiciones, ¡cuántos padres deberían hacer ese compromiso!
Amigo Antonio vivimos unos tiempos en los que se han perdido tantos valores…, pero hemos de intentar conservar el tan sagrado valor de la amistad, me siento orgulloso de sentirme tu amigo.
Un abrazo.
Pastor Cornejo, marzo del 2010.