Esta es una fecha que marcó duramente a los habitantes de esta Aldea y su consecuencia se prolongo más allá de lo increíble. Nunca debemos olvidar las cosas que ocurrieron en Zalamea y sus Aldeas en los trágicos días de Julio y Agosto de 1.936. La historia es muy larga de contar, pero con este breve comentario, aportaré algunos datos que hasta hoy no han sido revelados, y con ellos nos podemos hacer una idea, de lo compleja y terrorífica que fue esta pesadilla para la mayoría de estos aldeanos.
Los villarejos, (salvo media docena de ignorantes, unos manipulados y otros agitadores) estaban tristes y preocupados, dejando correr el tiempo a gusto de la fantasía; el desorden era caótico.- Ellos sabían perfectamente que aquel juego iba a terminar muy mal. Después de los momentos de desorden en los días previos, llegó el peor acontecimiento jamás conocido en la Aldea; quemar y destruir las Imágenes y los objetos de su sagrada Parroquia a la que ellos adoraban tanto.
Dos días antes del fatal atropello, Alejandro González, Dolores Rabadán y Rafael Gil de madrugada, se arriesgaron a retirar algunos objetos de la Iglesia saltando la tapia del corralete y esconderlos en un pajar.- Algunos de estos objetos eran candelabros de plata, varales, cuadros, pequeñas imágenes, libros, un Niño Jesús pequeñito y el Armonio (El Órgano), pero fueron descubiertos y uno de ellos Alejandro fue encarcelado. Rafael Gil era el Sochantre y organista de la Parroquia, dicen que este hombre (apodado tío Ruchi) lloraba como un niño contemplando aquel triste espectáculo; no era para menos.
El 22 de Julio de 1,936 era domingo.- Sobre las 10 de la mañana llegó un camión a El Villar con unos 20 hombres pertrechados de escopetas y procedían de Salvochea (El Campillo) y Zalamea. Traían la orden gubernamental de desalojar todo el mobiliario de la Iglesia, amontonarlo en la misma calle, rociarlos de gasolina y prenderles fuego. El edificio Parroquial, pretendían destinado a la sede del sindicato CNT.
Antes de comenzar al desalojo, un individuo apodado “El Bolero” ordenó a una docena de hombres escopetas en mano, que se desplegaran casa por casa para buscar gente.- Algunos se prestaron voluntarios, la mayoría fueron sacados de sus casas a punta de escopeta. El desalojo del mobiliario fue dantesco.- Con unas cuerdas tiraron para derribar el retablo de Santa Marina y con mazas destrozaron todo lo que no era combustible.
P. González Peña, activo anticlerical y promotor de la quema le ordeno a F. C. D. Tío Molinero, que se resistía a tomar partida y fue obligado bajo las amenazas de escopeta a subir a un altar. Le dijo este hombre que era hasta familia: “tú que eres un gran devoto, coge esa virgen y échala al fuego”, (la Purísima Concepción), mientras los demás se mofaban de él a carcajadas, a tío Molinero se le caían las lágrimas.
“El Tanque”, otro de los promotores de ejecutar el desalojo, le ordenó a Jesús Rabadán: “ve a casa de Amalia Barrera de mi parte para que te de un jamón” (el más grande), Amalia se negó y en un segundo viaje fueron El Tanque, El Bolero y Pablo, se llevaron el jamón y unos cuantos de panes para darles de comer a los hombres que estaban trabajando en la Iglesia. Pablo era primo hermano de Amalia…
Otro hombre dijo, que las cruces de las dos peanas deberían también ser arrancadas, la consigna era no dejar rastro alguno de ningún símbolo Religioso y después de tenerlas atadas con una cuerda para tirar de ellas, otro ordenó que se dejaran de momento.
Este individuo apodado “El Bolero”, era de Salvochea, y fue el encargado de organizar todo el acontecimiento de la quema. En 1.930, cuando la Aldea de El Campillo reivindicaba su independencia de Zalamea, pretendió incluir a El Villar dentro de su término municipal y ante la negativa de los villarejos no lo pudo conseguir. A raíz de este incidente, contrariado y enojado miraba a los villarejos con desdén y prometió darles un escarmiento. Este mismo fue uno de los que se prestaron voluntarios para quemar la Iglesia de El Villa en 1.936 y es más, subió a la torre acompañado de un tal Macías con unas palancas para tirar las campanas al suelo, que gracias a Domingo González (un vecino) dándoles voces desde su corral le decía: ¿Qué estais haciendo?- “dejad esas campanas ahí” para avisar a la gente si se pierde un zagal, o se produce algún fuego en el campo.
Creo que estas historias se deben ya de contar, pero sin apasionamiento ni partidismo, porque de esto se ha hecho mucha literatura maquillada y falsificada. No pretendo juzgar a nadie, los resultados de lo ocurrido, no surgieron por casualidad.- La ignorancia también jugó una buena baza. Solo aquella gente enloquecida de uno y otro bando se le puede atribuir tales desafueros. Ya es hora de que desaparezca el resentimiento y el miedo.
En las vísperas de ese día, ya se sabía que el destino del Legado Religioso de la Aldea iba a sufrir el brutal sabotaje y sacrilegio. El Alcalde Pedáneo era Alfonso Castilla, dicen que era un buen hombre, pero no pudo hacer nada por evitarlo.- Tenía orden tajante del Alcalde de Zalamea de hacerse con las llaves de la Iglesia. Este hombre fue a consultar con Francisco Calvo, que para él era una persona de total confianza, (eran primos) a ver si podían evitar la quema de la Iglesia, el Pedáneo estaba muy preocupado por lo que se veía venir.
Francisco fue delatado por mantener esa entrevista con el Pedáneo y junto con el Cura y seis villarejos más (que no estaban conforme a que se quemara la Iglesia) fueron encarcelados en una escuela adaptada como cárcel de Zalamea, frente al Mercado de Abastos. Estos hombres sufrieron 34 días de cautiverio y fueron liberados el 25 de Agosto por las fuerzas que tomaron Zalamea bajo el mando del Capitán Varela. En esos mismos días, posteriores al 25 de agosto fueron asesinados 7 hombres de El Villar.- El odio se impuso a la razón y a la clemencia sin contemplaciones.
Por cierto los villarejos a pesar del cautiverio, fueron muy bien tratados en la cárcel por una mujer republicana de Zalamea llamada Rita; parece ser que era una de los responsables de custodiar a los presos.
Este viejo Pueblo Español, que por tantos siglos se dejo guiar por las pautas de la Iglesia Católica, cuando entró el régimen de la II Republica llegó al convencimiento, que la Religión era la culpable de los males y el atraso que padecía España y por lo tanto había que aniquilarla (promesa de Alcalá Zamora en 1.931).
Vaya atropellos, vaya humillaciones.- Juzguen ustedes… Luego la balanza se inclinó hacia la otra parte y la dosis de odio se multiplico y el rencor y la venganza se pusieron manos a la obra. Al mismo tiempo, tomó iniciativas la falange y la jerarquía eclesiástica. El Cura de El Villar, castigó de por vida a tres individuos, que milagrosamente salvaron el pellejo (J. Gil, J. G. Delgado y P. González).- A uno le asignó tocar las campanas en vísperas de Misa, a otro a coger la Manga en las Procesiones, y al tercero le advirtió a la Guardia Civil que no le entregasen más la escopeta de caza, además le aseveró en la puerta del porche: ¿Tú ves esas piedras ennegrecidas?, ahí está todo nuestro legado destruido; “te odio, te tengo que matar”. Éste último se salvó gracias al nuevo alcalde J. Rabadán, de derecha, (eran familia) y en contra de la opinión del Cura.- P. González, estaba en una lista de ejecuciones que se confeccionaba en el Ayuntamiento de Zalamea, junto con dos villarejos más que también se salvaron.
En Septiembre 1.939, recién terminada la guerra, el cura D. José Arroyo Cera, reunió a todos los villarejos en la calle junto a la Iglesia.- Exigió que no faltase nadie, y con un gran torrente de voz dio un mitin que echó a la gente a temblar. Entre otras cosas dijo que aun no había terminado de correr la sangre en El Villar. El Cura tenía miedo, y por su propia seguridad le pidió al Arzobispado de Sevilla un traslado urgente; por cierto le asignaron una Parroquia deTriana. Se cuenta de que en todo ese tiempo no se despojaba de su pistola, que la llevaba debajo de la sotana; un día se le cayó al suelo al subir a un autobús, los testigos presenciales quedaron atónitos.
Tocante a los estragos de aquellos días, El Villar quedó enmudecido para muchas décadas.- Luego a la dosis de venganza y odio, le acompañó la escasez de alimentos y bienes de primera necesidad. Tiempos muy estrechos le tocó vivir a nuestros antepasados. Estas cosas pasaron en Zalamea la Real y sus Aldeas.- Triste historia…pero verdadera.
Historias de El Villar Huelva 2.010
Emilio Gómez Calvo