Os proponemos algo; en esta ocasión, alejémonos de tópicos e ideas repetitivas acerca de la elección del patrón, leyendas e historias. Desde la otra mirada os invitamos en este artículo a pasear por nuestras calles, a entrar mentalmente desde aquí y a la vez, desde vuestros propios hogares en los distintos lugares que representan y atestiguan porqué, una imagen y un nombre en concreto, siguen siendo símbolo vivo de Zalamea la Real.
Paremos en primer lugar para introducirnos en la idea de símbolo.
La RAE (Real Academia Española de la Lengua) nos ofrece la siguiente definición: “Cosa sensible que, por convención, se toma como representación de otra”.
Si tenemos en cuenta que con “cosa sensible” se habla de “aquello que podemos percibir por los sentidos”, es entonces cuando explicamos que, si una colectividad se surte de muchos y variados símbolos, San Vicente es sin duda y siempre lo ha sido, el gran referente religioso y social al que se ha recurrido de forma más abundante en este rincón de la provincia de Huelva.
A las pruebas nos vamos a remitir; y es que para empezar la lista de aquello relacionado con el patrón, debemos hacerlo por su propia Ermita y Hermandad, que en ambos casos son las más antiguas de la localidad entre todos sus símiles existentes; encontramos igualmente calle y barrio que llevan su mismo nombre así como varias instituciones representativas de distintos estratos de edad de nuestro pueblo, igualmente cercanos y relacionados con el santo zalameño y que más concretamente, son cuatro: la Residencia de Ancianos, el Hogar del Pensionista, el Colegio de Infantil y Primaria de la localidad; el cuarto lugar lo ocuparía el propio Ayuntamiento; los tres primeros, por llamarse de la misma forma que el protagonista de nuestro artículo, o como en el caso de la Residencia, estar muy relacionado por denominarse “El Patronato” en su honor. De otra forma hay que abordarlo cuando hablamos de su relación con el Ayuntamiento, puesto que San Vicente, además de por su lógica presencia, por ser Patrón del Pueblo, también fue designado Patrón de la propia Institución de la que hablamos en esta ocasión y que se sitúa en nuestra querida calle de la Plaza.
Además podemos observar, a lo largo de nuestras calles e historia, como han existido y existen tiendas, negocios variados o empresas familiares que han adoptado para sí el nombre antes referido.
Pero hablemos de todo lo anterior y busquemos las causas que lo motivan.
La calle San Vicente se sitúa, como todos sabemos, a los pies del Paseo Redondo, conectando con el Cabezo Martín, muy cercano al viejo y reconvertido matadero.
Ésta calle, en su bajar y subir perpetuo, despide cada año la imagen del Santo en su camino de regreso y posiblemente fuera así denominada por tratarse de esa última parte del pueblo, cercana a la Parroquia, que pisaba antes de volver a su antiguo llano de eucaliptos.
Estos árboles han cambiado actualmente sus leñosos troncos para dejar paso al avance del ladrillo y el cemento de los cuatro bloques, llenos también de vida, pero en esta ocasión humana, que conforman la llamada Barriada de San Vicente.
Estos edificios son, hoy por hoy, guardianes celosos que protegen el sueño de la Ermita y su morador durante el resto del año. La denominación de esta popular barriada zalameña responde, lógicamente a su ubicación.
Pero debemos buscar otras explicaciones cuando intentamos entender qué lleva a un pueblo a denominar a tres instituciones (Residencia, colegio y Hogar del Pensionista) bajo un mismo nombre o relacionado con él.
Ahí es donde el símbolo que supone para Zalamea esta imagen cobra su mayor sentido y es que seguramente éste hecho se responde desde dos vertientes; por un lado, por una identificación con aspectos religiosos, como la sensación de protección o la propia devoción y por otro lado, sin embargo, para otros, San Vicente ha superado esa barrera de exclusiva figura sacra, para interrelacionar directamente desde hace siglos como símbolo de una sociedad, que explica y puede ejemplificar sus tradiciones y bagaje histórico, basándose en la propia historia que rodea a su patrón. Por tanto dar el nombre de “San Vicente” a algo en concreto en nuestro pueblo es, digamos, otorgarle, para muchos, un carácter puramente zalameño.
En conclusión, todas nuestras tradiciones, nuestros sucesos históricos y nuestro día a día son parte de un puzzle que constituye la explicación de una sociedad en concreto; la nuestra, que en Enero se observa en el espejo que San Vicente Mártir ha supuesto para la historia viva de un pueblo, que ha ido creciendo con la compañía inseparable de un Santo que se asentó en su blanca casa cercana al valle de la Zapatera y que se considera parte de nuestro pueblo, ya sea como símbolo social o religioso, como nombre o ideal de vida, como patrón o parte de nuestra historia. Sea como sea, en nuestro Patrón San Vicente se explica la magia que suponen los símbolos para los pueblos.
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JGC