Uvas en boca y cava catando… La noche en la que el año viejo transita al nuevo es una de las noches de mayor diversión que suele recoger este viejo pueblo zalameño. Es momento de olvidar malos tiempos anteriores y dirigir nuestros deseos para que al año nuevo se comporte de una manera más grata. Felicidades, deseos y multitud de anhelos se cruzan en esta curiosa celebración. Noche de besos y abrazos, de atrezzo y elegancia, de estreno textil, complementos varios y generosidad etílica. Zalamea no es diferente en esto a muchas de las zonas circundantes.
Comienza la noche dentro del calor hogareño. Cenas respectivas que en muchas ocasiones culminan con la llegada del nuevo año. En ese momento, cada componente, acompañado por sus doce pasivas compañeras de las que dará cuenta poco tiempo después, se prepara para la atropellada ingestión a ritmo de campanadas. Sofocos, ahogos y carrillos inflados. El presentador de turno cual notario del tiempo nos da la bienvenida. El 2006 se presenta ante nuestros ojos. Brindis “de champán”…. Y es que Zalamea no es pueblo amigo de celebraciones en el exterior. Antiguamente los más lanzados se trasladaban al pie de la Torre para festejar la entrada del nuevo año. Ya esto no sucede.
Después de las felicitaciones familiares, deseos variopintos, y del final de la puesta a punto de maquillaje, peinado y demás efectos del momento, se abre un amplio abanico en lo que respecta a la celebración de la llegada del 2006. Muchos zalameños optan por quedarse en casa bien ignorando la tele o deleitado por ésta. Aparecen los clásicos de Nochevieja: Escobar, Jurado y demás folklore se convierten en la máxima expresión de que,efectivamente, el tiempo pasa. Al rato el sueño se suele apoderar de los que eligen esta entrada del año. Por lo que respecta a los que continúan la fiesta en su casa, se suelen permitir mayores excesos que de costumbre. Y es que la cama, siempre está al lado.
Normalmente, es la gente más joven la que asalta las calles zalameñas, para festejar la llegada del año nuevo. Es un gusto observar la que habitualmente es una desértica plaza nocturna durante las noches invernales, ocupada por una cantidad relativamente abundante de personas salpicadas de buenos deseos y felicidades varias. Es el tiempo de la transición y la despedida. Besos y saludos en espera de la entrada al cotillón o la visita a los bares de costumbres. Despedida entre amigos que han optado por lugares diferentes de celebración. Este año hemos podido contar con un cotillón en el Permanente que ha “sustituido” al que se celebraba en el Instituto. Pero no todo el mundo es de la idea de gastarse una gran cantidad de dinero ese día. Los hay que prefieren seguir en los sitios de costumbres y pasar una Nochevieja parecida a la de cualquier noche, pero con lo especial del momento. De esta manera El Quemaito presentaba el recien estrenado día 1, una gran cantidad de gente en su interior y en la carpa situada en su entrada. Muchos de estos celebrantes eran personas no asiduas a la noche zalameña. Da alegría ver como en este día, aparecen muchos vecinos a las que se les tenía perdido el rastro, al menos en lo que a la salida nocturna se refiere.
El Tragaluz también se convirtió en punto de destino de muchos jóvenes zalameños, que festejaron en su interior la llegada del año nuevo. Otros muchos optaron por la celebración de fiestas en el Romerito, o en casas de campo por todo el término zalameño, e incluso hubo una reunión que eligió La Picota para celebrar este día. Multitud de opciones que se tradujo en muchas formas de celebración.
Durante la noche…bailes, copas, elixires mágicos de extracción de timidez, y una buena compañía. Antifaces y serpentinas adornaban los cuerpos de los más despreocupados por la estética. Las cabezas eran aliñadas por los licores oportunos.
Comienza la noche dentro del calor hogareño. Cenas respectivas que en muchas ocasiones culminan con la llegada del nuevo año. En ese momento, cada componente, acompañado por sus doce pasivas compañeras de las que dará cuenta poco tiempo después, se prepara para la atropellada ingestión a ritmo de campanadas. Sofocos, ahogos y carrillos inflados. El presentador de turno cual notario del tiempo nos da la bienvenida. El 2006 se presenta ante nuestros ojos. Brindis “de champán”…. Y es que Zalamea no es pueblo amigo de celebraciones en el exterior. Antiguamente los más lanzados se trasladaban al pie de la Torre para festejar la entrada del nuevo año. Ya esto no sucede.
Después de las felicitaciones familiares, deseos variopintos, y del final de la puesta a punto de maquillaje, peinado y demás efectos del momento, se abre un amplio abanico en lo que respecta a la celebración de la llegada del 2006. Muchos zalameños optan por quedarse en casa bien ignorando la tele o deleitado por ésta. Aparecen los clásicos de Nochevieja: Escobar, Jurado y demás folklore se convierten en la máxima expresión de que,efectivamente, el tiempo pasa. Al rato el sueño se suele apoderar de los que eligen esta entrada del año. Por lo que respecta a los que continúan la fiesta en su casa, se suelen permitir mayores excesos que de costumbre. Y es que la cama, siempre está al lado.
Normalmente, es la gente más joven la que asalta las calles zalameñas, para festejar la llegada del año nuevo. Es un gusto observar la que habitualmente es una desértica plaza nocturna durante las noches invernales, ocupada por una cantidad relativamente abundante de personas salpicadas de buenos deseos y felicidades varias. Es el tiempo de la transición y la despedida. Besos y saludos en espera de la entrada al cotillón o la visita a los bares de costumbres. Despedida entre amigos que han optado por lugares diferentes de celebración. Este año hemos podido contar con un cotillón en el Permanente que ha “sustituido” al que se celebraba en el Instituto. Pero no todo el mundo es de la idea de gastarse una gran cantidad de dinero ese día. Los hay que prefieren seguir en los sitios de costumbres y pasar una Nochevieja parecida a la de cualquier noche, pero con lo especial del momento. De esta manera El Quemaito presentaba el recien estrenado día 1, una gran cantidad de gente en su interior y en la carpa situada en su entrada. Muchos de estos celebrantes eran personas no asiduas a la noche zalameña. Da alegría ver como en este día, aparecen muchos vecinos a las que se les tenía perdido el rastro, al menos en lo que a la salida nocturna se refiere.
El Tragaluz también se convirtió en punto de destino de muchos jóvenes zalameños, que festejaron en su interior la llegada del año nuevo. Otros muchos optaron por la celebración de fiestas en el Romerito, o en casas de campo por todo el término zalameño, e incluso hubo una reunión que eligió La Picota para celebrar este día. Multitud de opciones que se tradujo en muchas formas de celebración.
Durante la noche…bailes, copas, elixires mágicos de extracción de timidez, y una buena compañía. Antifaces y serpentinas adornaban los cuerpos de los más despreocupados por la estética. Las cabezas eran aliñadas por los licores oportunos.
Ya por la mañana, José Luis de la Espuela se encargaba de pasar revista a la noche de diversión. Tostadas, serranitos y mechadas recorrían la barra ante el gran bullicio allí organizado entre amigos provenientes de lugares distintos que comentaban el desarrollo de la noche. Las primeras horas de sol del día acogía la vuelta a casa de los más juerguistas. El primer mediodía de este nuevo año pasaría desapercibido una vez más para una gran cantidad de personas del pueblo, que en las camas, esperaban la finalización del sueño, para dar rienda suelta a los lamentos clásicos por los excesos de la noche. Y es que ya se sabe…..