Pasaron los días grandes del patronazgo sanvicentino para esta vieja Zalamea , y ya se atisba en el horizonte otra de nuestras afamadas jornadas de fiesta y culto. Extramuros del pueblo se concentra en esta ocasión nuestro nuevo día solemne, eso sí, éste más afianzado en su carácter puramente lúdico y jaranero, que en el piadoso (aunque tenemos de todo un poco).
La primavera se acerca poco a poco, aún tímida entre en gélido rostro de este enero que huye entre himnos y novenarios, y la siempre y grata presencia de nuestra vecina de altos vuelos, afincada de por vida en el ático de la mejor iglesia columnaria de toda Andalucía Occidental. Y es que ya se sabe : Por San Blas, verás la cigüeña volar, y si no la vieres, año de nieves.
El 3 de febrero tenemos cita campestre. Familias, amigos, forasteros, y algún que otro peregrino llenarán el llano de San Blas para dibujar un paisaje bucólico propio de los tapices goyescos (aunque sustituyendo las sombrillas y los trajes pomposos de la burguesía madrileña del XVIII por un buen balón de fútbol y una buena cuerda para saltar a la comba). Tortillas de patata, chacina de nuestra tierra, un buen pan con el que acompañar el embutido, vino, cerveza y refrescos darán fuerzas para seguir corriendo, saltando, cantando y gritando por este pequeño resquicio de la vasta limitrofía de nuestra amada Zalamea.
Pero sin olvidarnos del Santo al que se debe tanta celebración de este día, apuntamos algunas notas hagiográficas de su persona: aunque su carácter histórico es bastante incierto, puesto que a nuestras manos han llegado tan solo aquellos aspectos puramente derivados del culto a su persona, propios de las leyendas medievales que rodean a gran parte del santoral católico, decir que San Blas fue Obispo de Sebaste (Armenia), elegido por el pueblo por su fama de santidad. Médico de profesión, tenía la destreza de hacer proselitismo a medida que atendía a sus pacientes. Perseguido por el gobernador Agrícola, huyó al Monte Arceo, donde oraba cual eremita de la antigüedad. A su cueva se recogían las fieras salvajes, pues el Santo también les hacía curas (de ahí que se haya registrado como patrón de los veterinarios). Cierto día lo apresaron unos cazadores y lo llevaron en presencia de las autoridades. Éstas, empeñadas en que apostatara de sus creencias, le llevaron a un duro martirio, con apaleamientos y desgarros en la espalda realizados con garfios como medidas coercitivas básicas. La culminación a este duro tormento fue la decapitación del Santo. Mientras se dirigía al patíbulo, se dice que iba sanando a los enfermos que se le aproximaban. De entre tanto damnificado destaca una mujer que se acercó y se arrodilló frente a San Blas, con su hijo entre los brazos, moribundo a causa de la ingesta de una espina de pescado que le había atravesado la garganta. El santo reo colocó sobre la cabeza del pequeño sus manos y comenzó a orar ( y he aquí nuestro popular San Blas Bendito, que se ahoga este angelito, que todo tiene su génesis). El niño sanó y... bueno, a pesar de los milagros, la ceremonia de decapitación siguió las pautas establecidas.
La mañana en el llano de San Blas trascurre con poca gente: los afortunados que tienen ese día libre comienzan a colocarse en los mejores sitios, abriendo hamacas y espuertas llenas de manjares propias de un día de campo. Comienzan a encenderse las primeras candelas y aquellos niños y jóvenes que han podido asistir a primera hora recogen las piedras más grandes para ir montando las porterías de fútbol. A medida que van pasando las horas, el llano se irá llenando de gente, de canciones, de gritos, de saltos, de goles, de aroma a café y chocolate.
Junto a la ermita ya se ha colocado el pequeño tenderete con los cordones de San Blas, collares de hilo hechos a mano, de varias combinaciones de colores, de gran tradición para este día, que la gente irá comprando y colocándose al cuello. Y en el altar, el pequeño cuenco de aceite irá agotando su contenido a medida que los presentes acudan al lugar para introducir el dedo en el recipiente, e impregnar haciendo el signo de la cruz su garganta: Por intercesión de San Blas, te libre Dios de los males de garganta.
La tarde irá avanzando con un tentempié calentito a base de bizcochos, tartas, café y chocolate puestas a disposición de los presentes por Manos Unidas, antes de cerrar esta pequeña romería con la misa vespertina en honor al santo.
La primavera se acerca poco a poco, aún tímida entre en gélido rostro de este enero que huye entre himnos y novenarios, y la siempre y grata presencia de nuestra vecina de altos vuelos, afincada de por vida en el ático de la mejor iglesia columnaria de toda Andalucía Occidental. Y es que ya se sabe : Por San Blas, verás la cigüeña volar, y si no la vieres, año de nieves.
El 3 de febrero tenemos cita campestre. Familias, amigos, forasteros, y algún que otro peregrino llenarán el llano de San Blas para dibujar un paisaje bucólico propio de los tapices goyescos (aunque sustituyendo las sombrillas y los trajes pomposos de la burguesía madrileña del XVIII por un buen balón de fútbol y una buena cuerda para saltar a la comba). Tortillas de patata, chacina de nuestra tierra, un buen pan con el que acompañar el embutido, vino, cerveza y refrescos darán fuerzas para seguir corriendo, saltando, cantando y gritando por este pequeño resquicio de la vasta limitrofía de nuestra amada Zalamea.
Pero sin olvidarnos del Santo al que se debe tanta celebración de este día, apuntamos algunas notas hagiográficas de su persona: aunque su carácter histórico es bastante incierto, puesto que a nuestras manos han llegado tan solo aquellos aspectos puramente derivados del culto a su persona, propios de las leyendas medievales que rodean a gran parte del santoral católico, decir que San Blas fue Obispo de Sebaste (Armenia), elegido por el pueblo por su fama de santidad. Médico de profesión, tenía la destreza de hacer proselitismo a medida que atendía a sus pacientes. Perseguido por el gobernador Agrícola, huyó al Monte Arceo, donde oraba cual eremita de la antigüedad. A su cueva se recogían las fieras salvajes, pues el Santo también les hacía curas (de ahí que se haya registrado como patrón de los veterinarios). Cierto día lo apresaron unos cazadores y lo llevaron en presencia de las autoridades. Éstas, empeñadas en que apostatara de sus creencias, le llevaron a un duro martirio, con apaleamientos y desgarros en la espalda realizados con garfios como medidas coercitivas básicas. La culminación a este duro tormento fue la decapitación del Santo. Mientras se dirigía al patíbulo, se dice que iba sanando a los enfermos que se le aproximaban. De entre tanto damnificado destaca una mujer que se acercó y se arrodilló frente a San Blas, con su hijo entre los brazos, moribundo a causa de la ingesta de una espina de pescado que le había atravesado la garganta. El santo reo colocó sobre la cabeza del pequeño sus manos y comenzó a orar ( y he aquí nuestro popular San Blas Bendito, que se ahoga este angelito, que todo tiene su génesis). El niño sanó y... bueno, a pesar de los milagros, la ceremonia de decapitación siguió las pautas establecidas.
La mañana en el llano de San Blas trascurre con poca gente: los afortunados que tienen ese día libre comienzan a colocarse en los mejores sitios, abriendo hamacas y espuertas llenas de manjares propias de un día de campo. Comienzan a encenderse las primeras candelas y aquellos niños y jóvenes que han podido asistir a primera hora recogen las piedras más grandes para ir montando las porterías de fútbol. A medida que van pasando las horas, el llano se irá llenando de gente, de canciones, de gritos, de saltos, de goles, de aroma a café y chocolate.
Junto a la ermita ya se ha colocado el pequeño tenderete con los cordones de San Blas, collares de hilo hechos a mano, de varias combinaciones de colores, de gran tradición para este día, que la gente irá comprando y colocándose al cuello. Y en el altar, el pequeño cuenco de aceite irá agotando su contenido a medida que los presentes acudan al lugar para introducir el dedo en el recipiente, e impregnar haciendo el signo de la cruz su garganta: Por intercesión de San Blas, te libre Dios de los males de garganta.
La tarde irá avanzando con un tentempié calentito a base de bizcochos, tartas, café y chocolate puestas a disposición de los presentes por Manos Unidas, antes de cerrar esta pequeña romería con la misa vespertina en honor al santo.