domingo, 21 de enero de 2007

Un descomunal palmito… un palmito descomunal.

Lo mismo que Cristo hablaba a las gentes con parábolas, y todo Dios le entendía; el habla popular habla con refranes, a los que se les ha buscado una rima, unas veces asonante y otras consonante, pero que son auténticas realidades que se han ratificado a través del tiempo. “Ande yo caliente y ríase la gente” “A buen hambre no hay pan duro” y ahora el que me da pie para este artículo, “EN ENERO VALE MÁS UN PALMITO QUE UN CARNERO”. Como es natural no voy a meterme en aclarar estas metáforas, pero pregunten a los ganaderos y veréis el por qué.

Cuando yo era estudiante, en Huelva, había y afortunadamente se ha recuperado, el comer en el día de su patrón, (San Sebastián caballero saca las mozas a pasear y les “mea” el delantal) palmitos que en otro tiempo valían cuatro perras y hoy se cotizan a precio de oro. La calle dedicada a su patrón, barrio de toreros, y donde Huelva se acababa en el cementerio, al final de aquella calle, se colocaban los puestos de palmitos que desde la Tierra Llana y, un año desde donde comienza la Sierra, llenaban de estas nutritivas plantas.
He escrito que un año desde donde comienza la sierra, y ese comienzo es Zalamea. Desde ella mi padre junto con otro amigo de Marigenta, que santa gloria gocen los dos, atraídos por mi relato de que se vendían los palmitos a precios impensables por nuestros lares, ya que aquí no había más que coger el “azahón” irse a la Crucecita pegar cuatro “cabachas” y ya tenía palmitos para toda la chiquillería, se aventuraron a traer en el tren de Ríotinto seis u ocho sacos de palmitos, pero unos palmitos descomunales (no tanto como el que me ha servido para dar título a este artículo) que los “pobres” al precio que les pusieron se los quitaron de las manos en un (como se dice ahora) plis plas, ya que le habían puesto unos precios irrisorios, para ellos, pero de ganga para los compradores. Con deciros que antes de mediodía ya habían dado buena cuenta de toda la mercancía. Para mí fue una suerte pues así pude disfrutar de la compañía de mi padre y su amigo.
Pues bien creo que ya va siendo hora de dar rienda suelta para hablar del palmito en cuestión. El amigo Luis (el del agua) me habló un día de que tenía en el patio de su casa (que no es un patio muy particular que cuando llueve se moja como los demás), yo creo que si es particular por lo que alberga entre sus paredes, ¡¡el palmito más grande que yo hasta ahora he visto!! y que ilustrará este escrito. Ya con el tiempo, en jardines botánicos he ido viendo algunos muy hermosos, mas como éste hasta hoy ninguno.
Desde mis cortas entendederas creo que debiera estar en la lista de árboles longevos ya que si preguntáis al referido amigo Luís veréis desde donde viene. No lo escribo porque quiero que él se explaye, como hizo conmigo, y gesticule como buen hablador que es en la puerta de “Educación y Descanso”, para asombro de propios y extraños.
Siento que ahora tu casa se vaya a convertir en la Capilla Sextina de Zalamea, por las visitas que vas a tener que soportar, más bien de foráneos que de indígenas pues ya sabemos cómo es nuestro querido pueblo. Si estuviera en,… donde yo me sé…… ya estaría en la referida lista, pero que le vamos a hacer somos así porque así nos place y se acabó.
Este palmito si valdría más que un carnero.
¿Que qué es un palmito? ¡Hombre!, un palmito…. Según el Planeta Agostini, es un árbol de la familia de las palmáceas,(Chamaerops humilis); y según el diccionario Anaya planta de la familia de las palmas, de dos o trs metros de altura y de hojas formando abanico; su tronco es subterráneo o muy poco saliente, y sus flores amarillas en panoja. Se cultiva en Andalucía y en Levante, y sus hojas se emplean para hacer escobas y esteras. (Esto me huele a cursilada por mi parte pero…) y para nosotros es lo que al final está fotografiado. Consta de un cogollo (riquísimo y nutritivo) al que se le van adosando a través del tiempo las “agüelas”, (no abuelas) de las que más adelante cuando calienta el tiempo saldrán las uvas de palma que tanta hambre nos ha quitado a los niños de la guerra que nos quedamos alrededor de la madre Compañía y así no nos separaron de nuestros padres,…. a los que les quedó…….. En fin no voy a seguir porque el tema que acabo de tocar lo dejaré para mejor ocasión, que tiempo habrá para ello si Dios tiene a bien darme tiempo para ello.

En Zalamea, enero (mes de palmitos) del año 2007. Pastor Cornejo