Yo entré en la banda con nueve años, ya anteriormente siempre iba al lado del tío Celso y fui mucho tiempo, mientras estudiaba música y practicaba con el clarinete, el papelero, me encargaba de repartir y recoger los papeles de los diferentes instrumentos de la banda.
Antes los mismos músicos nos enseñaban, eran otros tiempos. Ahora la música está accesible a todos los niños, con las escuelas prácticamente en todos los pueblos y con los conservatorios en los importantes. Nosotros estudiábamos el método Eslava y hasta que no sabíamos solfear no empezábamos con los instrumentos. Primero la embocadura y luego ya la digitalización. A mi me dieron un clarinete de la banda de un sistema de llaves que se llama de “dos anillas”. El clarinete sabía ir sólo a casa de Román el latero para que me soldara la llave del SI. Después ya me compré yo uno.
Teníamos unos compromisos con el Ayuntamiento: San Vicente, la Semana Santa, San Juan, los conciertos de todos los domingos en los veranos, la feria y luego, los contratos que nos salían por los pueblos de alrededor para las fiestas patronales, las ferias, etc.
En enero, una cita obligada era la Cabalgata de los Reyes Magos de Higuera de la Sierra. Yo siempre había conocido a la banda asistiendo a esta fiesta. Juan Ferrer organizaba lo del autobús y además de la banda también iba más gente de Zalamea.
La fotografía recoge el momento en el que los responsables de la Cabalgata de Higuera de la Sierra le entregan un diploma a Rafael Serrano, director de la banda y a su presidente, Celso Cornejo, como reconocimiento a los veinticinco años ininterrumpidos durante los que la banda de Zalamea la Real habían puesto su trabajo y su música para animar la Cabalgata.
Después de un viaje que se hacía interminable con miles de curvas y casi dos horas de autobús, llegábamos a Higuera, la Banda siempre iba detrás del Rey Baltasar, o sea, cerrando la Cabalgata. Recuerdo que nos llevamos años tocando, desde que salíamos hasta que la cabalgata ya entraba en el pueblo, una marcha que se titulaba “Los Tenientes”. Recuerdo el frío de las manos, la quietud de todos los que participaban en las carrozas y esa muchacha que representaba la Estrella de Guía que terminaba todos los años con una hipotermia galopante.
Recuerdo que cuando terminábamos, la asociación de la Cabalgata nos invitaba a comer y el plato fuerte eran los kilos de pan preñados con chorizo, morcilla, salchicha y torreznos. Unos bailes por sevillanas y de vuelta a casa.
Antes los mismos músicos nos enseñaban, eran otros tiempos. Ahora la música está accesible a todos los niños, con las escuelas prácticamente en todos los pueblos y con los conservatorios en los importantes. Nosotros estudiábamos el método Eslava y hasta que no sabíamos solfear no empezábamos con los instrumentos. Primero la embocadura y luego ya la digitalización. A mi me dieron un clarinete de la banda de un sistema de llaves que se llama de “dos anillas”. El clarinete sabía ir sólo a casa de Román el latero para que me soldara la llave del SI. Después ya me compré yo uno.
Teníamos unos compromisos con el Ayuntamiento: San Vicente, la Semana Santa, San Juan, los conciertos de todos los domingos en los veranos, la feria y luego, los contratos que nos salían por los pueblos de alrededor para las fiestas patronales, las ferias, etc.
En enero, una cita obligada era la Cabalgata de los Reyes Magos de Higuera de la Sierra. Yo siempre había conocido a la banda asistiendo a esta fiesta. Juan Ferrer organizaba lo del autobús y además de la banda también iba más gente de Zalamea.
La fotografía recoge el momento en el que los responsables de la Cabalgata de Higuera de la Sierra le entregan un diploma a Rafael Serrano, director de la banda y a su presidente, Celso Cornejo, como reconocimiento a los veinticinco años ininterrumpidos durante los que la banda de Zalamea la Real habían puesto su trabajo y su música para animar la Cabalgata.
Después de un viaje que se hacía interminable con miles de curvas y casi dos horas de autobús, llegábamos a Higuera, la Banda siempre iba detrás del Rey Baltasar, o sea, cerrando la Cabalgata. Recuerdo que nos llevamos años tocando, desde que salíamos hasta que la cabalgata ya entraba en el pueblo, una marcha que se titulaba “Los Tenientes”. Recuerdo el frío de las manos, la quietud de todos los que participaban en las carrozas y esa muchacha que representaba la Estrella de Guía que terminaba todos los años con una hipotermia galopante.
Recuerdo que cuando terminábamos, la asociación de la Cabalgata nos invitaba a comer y el plato fuerte eran los kilos de pan preñados con chorizo, morcilla, salchicha y torreznos. Unos bailes por sevillanas y de vuelta a casa.
Una vuelta que se hacía aún más larga porque esa noche era la noche mágica, la noche de Reyes. Acostarse, tratar de dormirse lo antes posible y al levantarse ver lo que habían dejado los Reyes Magos en casa.
.
Fco. Javier Agudo
Fco. Javier Agudo