En un corto periodo de tiempo se me han ido dos grandes amigos, cuya única diferencia ha sido la edad, pero no por eso han dejado de ser dos grandes amigos, Juan José Romero Caballero “El Chico” y Antonio Domínguez Lancha “Antonio El Panadero”. A ambos los tengo en mi corazón y en mis pensamientos, puesto que desde mi niñez he estado ligado de algún modo a ellos. Uno porque desde pequeñito estábamos juntos en la pandilla, además de estar el hijo del otro. Juan José, amigo de la infancia (esos son los amigos que perduran) a pesar de que cuando llega el momento tomamos caminos diferentes fue, como otros del pueblo una persona jovial y alegre, con el que pasamos muy buenos momentos en las épocas de verano cuando regresábamos al pueblo (aquellos que por alguna razón vivíamos fuera), quedábamos a diario en el Marsal para contarnos nuestras vivencias de estudiante, preparábamos nuestra caseta (La Piedra) para la feria o, incluso aquella época en que nos íbamos a La Esparragera o al Navanto a celebrar las capeas que organizábamos de manera paralela a nuestra feria. Se fue sin avisar, después de una dura enfermedad y, se que queda en el recuerdo de tantos amigos que teníamos en Zalamea (Curro, Carmelita, mi primo Manolo, el Jeringa, Juan Ramón, Barrada, etc.) que pese a la distancia de cada uno, a veces coincidíamos alguna vez en uno u otro lugar. Fue un adiós muy frío que no quisiera recordar, sólo recordarlo tal y como era cuando lo conocimos.
Antonio “El Pandadero”, amigo de la familia y vecino, padre de otros grandes amigos era la típica persona abierta y que le gustaba hacer con todo el mundo. En mis recuerdos quedará los días en que nos llevaba a sus hijos y a mí al instituto de Riotinto en aquel “Gordini” rojo o, cuando compraba las famosas “teleras” para quitarle la “Berita” y echarle aceite de oliva. En casa siempre lo hemos conocido como Antonio El Panadero, que más lejos de haber sido alcalde en un tiempo, ha sido amigo de mi familia y, por ende un amigo muy querido y muy atento, al igual que Juanita (su ahora viuda) que jamás se separaba de él y juntos con mis padres han sabido aprovechar algún que otro viaje juntos en esa etapa de la vida que le llaman de la segunda juventud. Una persona muy querida en el pueblo porque le gustaba ayudar a su gente y compartir ratos de buen humor haciendo de cualquier cosa un momento de risa y alegría.
A ambos siempre los recordaré, a cada uno por su idiosincrasia, pero al fin y al cabo por la amistad que me unía y deseando que ahora estén disfrutando de la tercera juventud por tiempo indefinido. Un fuerte abrazo allá donde os encontréis.
Antonio “El Pandadero”, amigo de la familia y vecino, padre de otros grandes amigos era la típica persona abierta y que le gustaba hacer con todo el mundo. En mis recuerdos quedará los días en que nos llevaba a sus hijos y a mí al instituto de Riotinto en aquel “Gordini” rojo o, cuando compraba las famosas “teleras” para quitarle la “Berita” y echarle aceite de oliva. En casa siempre lo hemos conocido como Antonio El Panadero, que más lejos de haber sido alcalde en un tiempo, ha sido amigo de mi familia y, por ende un amigo muy querido y muy atento, al igual que Juanita (su ahora viuda) que jamás se separaba de él y juntos con mis padres han sabido aprovechar algún que otro viaje juntos en esa etapa de la vida que le llaman de la segunda juventud. Una persona muy querida en el pueblo porque le gustaba ayudar a su gente y compartir ratos de buen humor haciendo de cualquier cosa un momento de risa y alegría.
A ambos siempre los recordaré, a cada uno por su idiosincrasia, pero al fin y al cabo por la amistad que me unía y deseando que ahora estén disfrutando de la tercera juventud por tiempo indefinido. Un fuerte abrazo allá donde os encontréis.
Emilio Romero