Cuando recibí la invitación del Excmo. Ayuntamiento para colaborar en la revista de feria, con un escrito, me puse a cavilar sobre de qué podría escribir este año ya que siempre me gusta escribir sobre ella, pues creo es lo que más les gusta a los mayores, que recordemos cómo eran las cosas tiempos atrás.
El primer pensamiento fue escribir sobre los caballistas que años atrás solían recorrer las calles de la feria ataviados con sus trajes de flamenco, o sin ellos como podemos constatar en alguna foto. En aquella época no había nada más que las bestias que la gente del campo tenían para las labores agrícolas, a las que les ponían el aparejo y a dar vueltas por la feria, tan sólo algunos le ponían silla de montar. Los tiempos no eran muy bonancibles. Había quien acicalaba el burrillo y con él paseaba la feria. Hoy que tantos caballos hay y que los vemos por El Rocío o El Romerito. ¿por qué no se recupera esa costumbre, como hicieron ferias atrás con los trajes de gitana y que también se había perdido? En fin son otros tiempos y cada cual es muy dueño de hacer lo que cree conveniente.
Muy especialmente quiero escribir sobre una foto que cumple CINCUENTA FERIAS. ya que es de 1958. Aquella feria yo la recuerdo como la feria de la cerveza, ya que traían unas jarras como la que se ve en la foto a la que llamaban tanques. Casi todos los que en la foto están, hoy son felices "abueletes" que pasean orgullosos a sus nietos por la Calle de La Plaza. Eran unas ferias en las que ni el guisqui ni la ginebra corrían por los mostradores, no sé si por precio o porque no se conocían, lo cierto y verdad es que lo que se bebía era vino, aguardiente y refrescos de gaseosas de Arenas, que José Miguel, el de la Pura, traía junto con el hielo en un burro a los distintos casinos.
Eran unas ferias de farolillos, no proliferaban las banderas y sí las cadenetas y los farolillos que formaban como un entoldado a lo largo de la calle y eran el refugio de sombra en aquellas mediodía de sesión vermú en El Permanente o Educación y Descanso, con D. Adriano, y Carmen Mora, ambos al piano junto con su reunión deleitaban las horas de calor (el año que no llovía) de las gentes que se sentaban a tomar las copas.
Creo que aún algunos seguíamos haciendo la alcancía de madera que con ansiedad esperábamos abrir en cuanto sonara el primer cohete avisando que se iba a proceder a la inauguración del alumbrado. Hay quien dice que eran unas ferias de miserias, y en algunas cosas llevan razón, pero la alegría que se desbordaba, sin un duro, por las calles es algo que las gentes de aquella época recuerdan con cariño. Las mediodía la organizábamos nosotros, no había dinero para traer gentes que no viven la feria, viven su trabajo, porque es su medio de vida pero no se sienten integrados por más que se esfuercen en disimularlo, bastante hacen ganándose su pan. Después de la sesión vermú y a los sones del pasodoble enfilábamos camino de la plaza de toros junto con los foráneos que de Río Tinto., Nerva o Valverde se habían desplazado hasta Zalamea en los trenes especiales que ponían para esa fecha.
Son recuerdos, mas no de añoranza, pero sí recuerdos por la memoria de los que de nuestra generación se han ido marchando a buscar, unos el pan lejos de su tierra y otros que están viendo la feria, desde donde cada cual crea que vamos después del tránsito. Deseo a todos una feliz feria del 2008.
Pastor, en Zalamea, julio del 2008.