La puesta en valor del patrimonio de la cuenca minera de Huelva fue una de las reivindicaciones del escritor Juan Cobos, autor de la obra 'El corazón de la Tierra' y del director de cine Antonio Cuadri, quien dirigió la adaptación de este libro a la gran pantalla. Ambos denunciaron el estado en el que se encuentran los principales atractivos de esta zona.
Cuadri, quien junto a Cobos participa en el curso 'La sociedad del empleo: una mirada crítica del mundo laboral', se preguntó "por qué Corta Atalaya no esta abierta ya", al tiempo que reivindicó "ese patrimonio de todos los onubenses", puesto que, a su juicio, "es frustrante que eso que se muestra en la película no se pueda ver". De esta manera, Cuadri reclamó a las administraciones "que sigan dando los pasos que se tienen que dar", ya que "existe una promesa formal" por parte de las instituciones.
Por su parte, Juan Cobos denunció que la mina de Corta Atalaya, la cual definió como "la joya de la corona, un espectáculo hecho a pico y pala, se está inundando". Asimismo, censuró que el estado en el que se encuentra el cementerio británico "es una auténtica vergüenza", ya que "las tumbas están profanadas, saqueadas y llenas de litronas", puesto que se ha convertido en "un lugar en el que se hacen botellones". Junto a esto, indicó que "la antigua capilla protestante de Bellavista está cerrada", al igual que "la gran Casa Concejo", lugar donde residía el director de la mina, la cual está "cerrada y deteriorándose". Así, Cobos resaltó que "no se puede dar un escaparate para que la gente vea y éste esté roto y las joyas robadas".
El escritor también se refirió al impacto, tanto a nivel económico como a nivel de "ilusión" que ha supuesto en la provincia de Huelva la película dirigida por Antonio Cuadri. En este sentido, afirmó que esta obra "ha hecho que Riotinto sea un foco de atención", algo que ha provocado la apertura de "hoteles y restaurantes" a causa de la llegada de "turistas que antes no se veían", como "un grupo de japoneses que iban a realizar un documental".
Sin embargo, Cobos también hizo mención a "algo no tangible en materia económica, que fue la ilusión de la cuenca minera y de toda la provincia de Huelva". De esta manera, señaló que "Huelva entera se sintió implicada en la historia", y recordó que el estreno "colapsó las salas de cine" de la provincia.
Asimismo, apuntó que "el arte y la implicación social deben ser siameses". Al hilo de esto, Cobos manifestó que un "ejemplo evidentísimo" de cómo puede influir la cultura en el desarrollo económico de una ciudad fue el impacto que tuvo el museo Guggenheim en una ciudad que anteriormente era "una zona industrial, contaminada y empobrecida como Bilbao y su ría". Así, el museo ha provocado "una transformación del entorno, lo ha embellecido y lo ha abierto", convirtiéndose en una ciudad "altamente visitable".
Por su parte, Antonio Cuadri recalcó que al realizar esta película tenía "un compromiso con esta historia desde el principio". A este respecto, el director comentó que la historia aborda "la reivindicación no sólo de los mineros, sino también con la solidaridad de otros colectivos, como los agricultores". Junto a esto, afirmó que ésta fue una de las primeras movilizaciones "donde había una conciencia medioambiental muy grande, ya que, según sus palabras, los empresarios ingleses buscaban establecerse en enclaves con "gobiernos muy sobornables que les permitieran hacer negocios que la administración británica ya les prohibía".
Así, Cuadri resaltó que "se venía buscando la flexibilidad jurídica y económica para hacer rentable un negocio a costa de masacrar pulmones y cultivos". De este modo, indicó que la película "nos da un pretexto para debatir la riña y la pelea entre el progreso y el empleo, entre el desarrollo económico y el progreso medioambiental". Además, el director añadió que "desgraciadamente la vigencia de esta historia es actual", puesto que "muchas empresas" siguen buscando gobiernos sobornables, especialmente en Asia y África, "para llevar a cabo sistemas de explotación económica que generan empleo, pero también un gran deterioro medioambiental". Junto a esto, apuntó que "el cine no cambia el mundo, pero no debe hacer renunciar a los espectadores plantearse si vivimos en el mejor de los mundos posibles o no".