Parafraseando las palabras de J.H. Paimes “el futuro de una comunidad es el resultado de las modas adquiridas” podemos llegar a la conclusión de que el camino de Zalamea se bifurca hacia una nueva dirección de previsiones no esperadas.
Que Zalamea es un pueblo con arte puede ser una apreciación cierta o errónea. Lo cierto es que imaginación e iniciativa nunca ha faltado. El problema es cuando éste derroche de creatividad se despilfarra de manera incorrecta. En éstos tiempos en los que hay tanta defensa de patrimonio cuesta comprender como un grupo de personas que hacen de su bandera la libertad de expresión y el arte libre no sepan respetar a antepasados suyos que pensaron de la misma forma.
Teniendo multitud de maneras en las que mostrar su creatividad, estos llamados artistas, que esperamos no sean zalameños, no han tenido mejor idea de plasmar su faceta mas imaginativa utilizando como lienzo las blancas fachadas de la Ermita de San Blas del siglo XV. Y vamos a llamarlo arte por referirnos a esto de alguna manera.
Si bien ya era una moda recurrente plasmar la cultura del graffiti en papeleras, buzones, y otras infraestructuras básicas del pueblo que ya de por si es bastante molesto por su falta de imaginación y estética, nunca se podía haber llegado a pensar que estos individuos atentaran contra uno de los monumentos más emblemáticos del pueblo. Y es que entre la multitud de nuevas tendencias han ido a elegir aquella para la que están menos dotados: una serie de trazos negros y rojos han pasado a formar parte de la fisonomía de la Ermita. Tal como muestra la imagen el resultado no ha podido ser más nefasto convirtiendo el bello arte del graffiti en un puro acto de vandalismo.
Los mismos grupos de los que ellos se sienten parte no dudamos que considerarán este hecho como un episodio de mal gusto y es que al final por unos pocos siempre han de pagar muchos.
Defendamos el patrimonio y optemos por expresar nuestras ideas artísticas por los canales oportunos y no deteriorando las obras de una comunidad anterior que si supieron dar rienda suelta a su imaginación de una forma muy bella.
Que Zalamea es un pueblo con arte puede ser una apreciación cierta o errónea. Lo cierto es que imaginación e iniciativa nunca ha faltado. El problema es cuando éste derroche de creatividad se despilfarra de manera incorrecta. En éstos tiempos en los que hay tanta defensa de patrimonio cuesta comprender como un grupo de personas que hacen de su bandera la libertad de expresión y el arte libre no sepan respetar a antepasados suyos que pensaron de la misma forma.
Teniendo multitud de maneras en las que mostrar su creatividad, estos llamados artistas, que esperamos no sean zalameños, no han tenido mejor idea de plasmar su faceta mas imaginativa utilizando como lienzo las blancas fachadas de la Ermita de San Blas del siglo XV. Y vamos a llamarlo arte por referirnos a esto de alguna manera.
Si bien ya era una moda recurrente plasmar la cultura del graffiti en papeleras, buzones, y otras infraestructuras básicas del pueblo que ya de por si es bastante molesto por su falta de imaginación y estética, nunca se podía haber llegado a pensar que estos individuos atentaran contra uno de los monumentos más emblemáticos del pueblo. Y es que entre la multitud de nuevas tendencias han ido a elegir aquella para la que están menos dotados: una serie de trazos negros y rojos han pasado a formar parte de la fisonomía de la Ermita. Tal como muestra la imagen el resultado no ha podido ser más nefasto convirtiendo el bello arte del graffiti en un puro acto de vandalismo.
Los mismos grupos de los que ellos se sienten parte no dudamos que considerarán este hecho como un episodio de mal gusto y es que al final por unos pocos siempre han de pagar muchos.
Defendamos el patrimonio y optemos por expresar nuestras ideas artísticas por los canales oportunos y no deteriorando las obras de una comunidad anterior que si supieron dar rienda suelta a su imaginación de una forma muy bella.