jueves, 23 de septiembre de 2010

A la cuadrilla del palio del 50 aniversario.

Hoy pasado el 18 de septiembre, no quiero hablar de lo grandioso del día, ni de lo maravillosas que estaban las calles, ni de la masa humana que respondió a la llamada de sus tradiciones, hoy, que ya se están asentando los recuerdos en la mente de todos y cada uno de los zalameños y zalameñas que lo vivimos, quiero hablar de mi gente del costal. Hoy, que los momentos más duros de la procesión bajo el peso de nuestra Virgen, se ven aliviados por los innumerables buenos ratos que los suplen, quiero deciros gracias.
En la sociedad que nos toca vivir, el sacrificio por algo que no repercuta sobre nuestros bolsillos positivamente, cada vez es menos usual, por ello, hoy os escribo estas líneas para animaros y fortalecer vuestra ansia de seguir adelante, vuestra ilusión por volver a elevar a María santísima de los Dolores a los cielos de Zalamea en cada procesión.
Mi sentimientos como miembro de esta cuadrilla no se diferencian mucho de aquel que va a mi lado, o a mi alrededor en las distintas trabajadoras, aquí todos vamos a una, el grupo manda y el grupo responde, porque eso es una cuadrilla, de hermanos, todos hijos de la que llevamos sobre nuestra cerviz y que ha quedado refrendado a los pies de la imagen, en el azulejo, con el lema “De tus hijos costaleros”, para que Ella siempre tenga su vista puesta en todos nosotros y en todo su pueblo.
Es evidente que siempre nuestras puertas están abiertas a aceptar más miembros en la cuadrilla, algo que deseamos y esperamos. Desde luego, si se le pregunta a uno de mis compañeros os dirán que hay momentos muy duros, pero algo más habrá cuándo si se le pregunta “¿vuelves a salir?” ellos te dicen: “por supuesto, el año que viene otra vez aquí”.
Si me preguntan con qué me quedo yo de este cincuenta aniversario, además de estos costaleros, desde el primero hasta el último de ellos, me quedo con sus caras de esfuerzo en la feria de la tapa, con su entrega en los días que no podíamos ensayar por falta de gente y seguían abnegados dedicando tiempo a asistir para al menos “echar un ratito con la gente y ser más grupo”. Me quedo con los momentos en el interior de la Iglesia mientras llevábamos a la Virgen hacia la calle y se le paró al Nazareno, a cuyos pies estaba el capataz del Señor, símbolo de nuestros hermanos de otro paso y oramos ante ambas imágenes y, hoy, sabedores que la Virgen tardó un poco más de lo previsto en salir a la calle ¡qué os podemos decir!, simplemente, que el poco tiempo que la teníamos para nosotros solos se nos fue volando y la noción del tiempo se perdió cuándo estuvimos bajo Ella, aún así esperamos perdonen esa espera a las puertas de la Parroquia. Esa misma espera que se transformó en un rotundo aplauso cuándo la Virgen atravesó el dintel, y entonces Zalamea se hizo con Ella y nosotros llevamos a cabo nuestro cometido acercándola a sus calles, orgullosos e inmensamente felices de tanto amor que le derrochó su gente.
Pero sobre todo me quedo con sus caras al entrar la procesión, porque esa es la cara del trabajo bien hecho, y con los abrazos que lo ratifican. Yo me quedo con cada uno de vosotros, porque me demostráis que lo que os digo es la una verdad como un templo y por eso hoy y todo el año os lo seguiré repitiendo:

¡Qué grandes sois, ole mi gente buena!

Jesús González Caballero.