martes, 7 de septiembre de 2010

Los noveles ilusionan a Zalamea y la embriagan de toreo

Buen hacer de los Onubenses Hidalgo y Martín que dejan buen sabor en la tarde. El trianero Emilio Molina y el colombiano Castrillón realizan lo mejor del festejo.

Ficha técnica:

2º Festejo de Abono. Novillada sin picadores.

Una preciosa media entrada en tarde veraniega.

Se lidiaron seis erales de Manolo González y González Sánchez Dalp, de buena presentación, justos de fuerzas y de muy buen juego que propiciaron el triunfo, en mayor o menor grado, de los actuantes.

Juan Solís “El Manriqueño” (burdeos y oro) : Oreja

Emilio Molina (verde botella y azabache): Vuelta al ruedo.

Paco Hidalgo (azul purísima y oro): Oreja.

Díaz Cruz “El Pileño” (granate y azabache): Vuelta al ruego.

Luis Miguel Castrillón ( fucsia y oro con remates blancos): Oreja.

Carlos Martín (nazareno y oro): Ovación.


Un cambio bien es bueno a veces y más si es un cambio que la afición Zalameña pedía a gritos desde hace bastante tiempo. Era ya hora de olvidarse de los siempre y por desgracia tediosos festejos de rejones y dar pie a otro espectáculo con que llamar y llenara a una afición que le gusta el toreo a pie en cualquiera de sus vertientes.

La ganadería anunciada fue una apuesta segura por el triunfo. De Aracena venían unos más que dignos erales de Manolo González que estaban dispuesto, y su sangre Nuñez así nos lo intuía, a propiciar el triunfo de los noveles.

Antes de sacar el pañuelo el presidente, observamos y disfrutamos de aquel ambiente. La plaza de los Arrepentíos emanaba ganas de toreo, ilusión por los chavales y palpaba el cariño de todas las familias, amigos y conocidos que vinieron a verles. Todo ello se reflejó en una preciosa entrada y en un verdadero guiño a la fiesta de los toros por parte de quien lo pensó y por parte de quien lo organizó. Todo salió redondo, y eso sí es de agradecer.

Con los tendidos llenos de entusiastas, de personas amantes de este singular arte y de muchos y numerosos toreros y gente del toro se abrió un precioso paseíllo, y digo así porque los seis jóvenes actuantes tenían cada uno y como es obligatoria a su cuadrilla correspondiente, todos con buenos trajes. Y empezaron a caminar abriendo paso la terna de novilleros todos con distintos vestidos de luces pero todos con la misma responsabilidad, ganas e ilusión que se vería reflejado en el ruedo.

Juan Solís “El Manriqueño” abrió plaza toreando a su colorao primero con ganas y buenas maneras, aunque le faltó cogerle el son al buen eral en algunos momentos que le valiesen para encauzar una faena más conjuntada y que llegase a los tendidos. El joven se gusta y gustó. Ya con la espada, tarea pendiente de todos los actuantes, sufrió una voltereta que le llevó a su paso por la enfermería. El presidente concedió una oreja meritoria.

Sería en el segundo cuando llegó la embriaguez taurina de la plaza contagiada de esas tardes de afición que nunca se te olvidan. Saltó al ruedo un vareado astado de González que acabó lastimándose en banderillas. El animal inválido y casi inútil para la lidia cayó en manos de un templadísimo Emilio Molina. El trianero asesorado en toro momento por su director de escuela, Espartaco Padre, realizó una faena de muchísimo peso, mucho gusto y de muchísimo empaque.

Cómo emocionó este joven a la afición de Zalamea que una vez más se decanta por lo estético y lo templado. Qué manera de darle tiempo y sitio al novillo para realizar una faena por la izquierda de las que no se le olvidan al aficionado. Qué naturales de ensueño, qué ligazón, qué largura, qué forma de rematar por abajo con la cadera contraría.

Con el traje verde botella y azabache no podía hacer menos este trianero que el toreo puro, el de riñones y el de la ligazón. Con la espada erró y eso le evitó cortar pelo.

Su altura no impidió el lucimiento ni el llegar a los tendidos; eso sí, debe aprender a torear sin torear y a gustarse cuando anda por la plaza. Zalamea embriagada le obligó a dar una vuelta al ruedo de las que saben a gloria.


Nuestro paisano choquero Paco Hidalgo debutó por primera vez en su tierra y no podía ser menos que en Zalamea, cuna de sueños taurinos y de respeto a la fiesta. Paco estuvo bastante bien con su novillo al que tenía que templar y evitar los arreones. Aún así, no rompió la faena. Se mostró algo tenso y consiguió los pasajes más lucidos por la derecha.

Muchas ganas y mucha ilusión la de este joven que cuenta con una gran afición y apoyo que llenaban las gradas venidas del vecino pueblo de Villalba. Cortó una oreja que paseó con el sinsabor de pensar que se pueden hacer mejor las cosas. Así se empieza torero.

Muchísima voluntad tuvo el joven Díaz Cruz con su eral. Con poco oficio el novillero no se rajó ni perdió la cara a un novillo que le pegó en todos los pases de la lidia una auténtica paliza terminando por romper el terno que lucía. Con la muleta intentó enfajarse con él sin pensar en la colocación; el astado vio los enormes huecos que dejaba entre la muleta y el cuerpo y consiguió varias veces revolcarle. Ganas no le faltan; eso debe ser un ingrediente más, a la templanza, el gusto y la técnica. El chaval comenzó una vuelta tras finiquitar que la afición cariñosa reconoció al esfuerzo de su faena.

Con el Colombiano Luis Miguel Castrillon la afición siguió inmersa en la embriaguez por el toreo, el buen gusto, el buen hacer y la ilusión y sobre todo la torería de este joven, por el que apuesta fuertemente el torero José Antonio Campuzano.

Ya vimos sus maneras en el quite que realizó al astado de Díaz Cruz, que por cierto, cuando hay ganas hay quites y cuando hay quites hay fiesta. Qué importante es torear por torear y no por llevarse los honorarios de la tarde. Sea en cualquier festejo taurino eso se nota, y la predisposición de quien se pone delante de los animales también.

Como dijo el gran Curro Romero “el toreo es un arte de tanta grandiosidad que parece que se para el tiempo”. Pues sí, no había tiempo para este joven que andaba en torero como nadie y tenía poses de muchísimo empaque con el capote y la muleta.

Con los trastos mostró un saber hacer, un dominio y una soltura extraordinaria. Él mandaba y le daba el sitio y el respiro al toro mientras de forma sumamente torera paseaba por el albero. Consiguió y así lo sentí hacer el silencio zalameño, aquél que se produce cuando tienes la sensación de ver algo importante y así fue una faena enjaretada con sumo gusto por la diestra terminando con afarolados de sumo dominio.

Qué arte tiene el chaval de Campuzano que hizo poner por su estética y plasticidad, los bellos de punta a quien les escribe. Ojalá, y digo bien, podamos volver a disfrutarlo en Zalamea. Con la espada erró feamente con estocada que hizo guardia, luego lo intentó otras veces que no evitaron cortar una oreja de muchos quilates.

Por último toreo el serrano Carlos Martín que a decir verdad se gusta y mucho también con la muleta. Con el capote intento realizar un pasaje con gusto que a veces fue enganchado por la codicia del animal. La voluntad y las ganas le llevaron a coger los palos con más voluntad que acierto y a llevarse algún que otro susto y ya con la muleta consiguió pasajes de son y quedarse quieto antes las embestidas del animal. Gran debut el del novillero de Aracena y buen comienzo de este joven novillero que tiene gusto y maneras.

Así se cerró un festejo del que a día de hoy lunes nos dura la embriaguez; por la ilusión y seriedad de lidia de todos los actuantes; por la belleza de los cuidados trajes de luces, ya que hacen de la fiesta un espectáculo de detalles; por lo acertado de la banda en saber aguantar hasta no enjaretar al menos una serie con una de las manos; por lo seria de la presidencia, que aunque protestada por sus errores en el día anterior, trabaja por la fiesta y eso le da e imprime un carácter importante a la plaza; aguantando hoy algunas peticiones que aunque no mayoritarias, sí te hacen pitar el oído y no negando otras que aunque se erró con la espada sirven de aliciente al futuro de la fiesta.

Tarde-noche para recordar en que la afición subió la cuesta taurina de la calle La Rábida toreando y sintiendo la emoción de una fiesta viva, de un espectáculo de noveles que gusta mucho en Zalamea, cuna de sueños taurinos, y sintiendo además la apuesta de una empresa seria que quiere volver a consolidar la feria de Zalamea la Real y conseguir, como así vimos este año, atraer público a las gradas.

Ahora toca discernir todo lo bueno y malo de esta feria, barajar y soñar con la del futuro año; corregir la hora de los espectáculos o mejorar el alumbrado de la plaza y seguir trabajando por mantener el listón marcado. Las largas tardes de inviernos darán paso a los recuerdos, a los trofeos de la peña y, por qué no, al añorado reconocimiento por parte de la Delegación de Espectáculos de la Junta de Andalucía a la afición más asolerada, importante y poco reconocida de la provincia de Huelva.

Eduardo Vázquez