El informe realizado por la Guardia Civil, que provocó distintas lecturas sobre la autoría del fuego, y un testigo, claves para la acusación • La defensa de Emilo Perdigón afirma que "no reconocemos nada".
"Se han precipitado, han querido coger un cabeza de turco y me ha tocado a mí, quizá porque tengo antecedentes...". Miles de hectáreas habían quedado reducidas a cenizas y la Cuenca Minera olía aún a quemado cuando Emilio Perdigón Panduro, entonces en prisión como presunto autor del macroincendio que se desató en Minas de Riotinto (27 de julio de 2004), negaba por primera vez toda vinculación con la catástrofe. Y se ha mantenido inamovible hasta ahora.
Han pasado cinco largos años desde que el ciclón de fuego acabó con la vida de un matrimonio sevillano y devoró 35.291,10 hectáreas de masa forestal de 13 municipios de las provincias de Huelva y Sevilla y, a las puertas del juicio por la tragedia humana y ambiental, Perdigón no da un paso ni hacia detrás ni hacia delante. "No reconocemos nada", reafirma su representante legal, Inmaculada Carrascal, a dos meses de que su cliente sea el único imputado que se siente en el banquillo para responder por dos delitos de homicidio imprudente (la acusación pública solicita una condena de ocho años) y otro de incendio forestal (por el que se le piden 18 años más de internamiento).
El informe que realizó la Guardia Civil de Huelva tras el macroincendio provocó distintas lecturas sobre la autoría del mismo. Según el documento oficial, el fuego se inició en primer lugar con dos focos situados en el mismo núcleo urbano de Riotinto, coincidente con la información que en su día facilitó el Consorcio Provincial Contra Incendios (una primera quema de dos contenedores), a los que siguieron otros dos a las afueras de la localidad. Entre el primero y el último de los focos se registró una hora de diferencia (entre las 15:30 y las 16:30 horas, prácticamente un fuego cada cuarto de hora) y los referidos puntos estaban separados por distancia de 1.392 metros.
A lo largo de la instrucción, Perdigón ha incurrido en algunas contradicciones sobre las horas por la que estuvo por la zona. Inicialmente contó que por regla general, bajaba desde su casa, ubicada en Los Cantos, al huerto que tiene en los pinares para dar de comer a las gallinas sobre las 18:30. Pero aquel 27 de julio, adelantó el horario y se dirigió al Zumajo a bañarse pero que no pasó por el lugar en el que se detectó el fuego ni se cruzó con nadie en su recorrido al pantano.
Sin embargo, en una de sus primeras declaraciones, el imputado admitió que pasó cerca de uno de los focos sobre las 16:10, cuando se encaminaba al dique a bañarse. Precisamente, poco antes de ese momento, un testigo que ha declarado ante la instructora lo sitúa junto a uno de los focos del fuego (sobre las 15:55 ), a unos 20 metros, en la zona del barranco e incluso afirmó que el aquel momento la columna de humo era de color blanco (indicativo del origen del incendio).
La bola de fuego que recorrió sin parar durante cuatro días las provincias de Huelva y Sevilla calcinó alcornoques y encinas centenarios que tardarán medio siglo en crecer, además de masas forestales, especialmente en el Coto Nacional Pata del Caballo, que sirven de reserva para muchas especies.
En la zona cero del incendio, en el término de Berrocal, se perdió el 60% de la producción de corcho, de la que dependen sus 350 habitantes. De la superficie arrasada, alrededor de 4.000 hectáreas fueron de suelo agrícola. Aparte de las pérdidas en enseres y ganado (perecieron casi 200 aves, un centenar de cerdos y especies salvajes que no se han cuantificado), las pérdidas de los agricultores fueron de varias decenas de millones.
En cuanto a las explotaciones apícolas, en el incendio de 2004 se quemaron 5.000 colmenas, lo que se traduce en unos daños de 7,6 millones, un desastre para el sector que de dimensiones impensables, precisamente en una zona en la que había más de 24.000 colmenas.