viernes, 10 de abril de 2009

Plañideras en el Encuentro y la Muerte

Zalamea acompañó al Nazareno en su camino al calvario e un Jueves Santo multitudinario y solemne. Las mantillas negras se reencontraron, plañideras, con el “Encuentro” de la Madre con su Hijo en la despedida más dolorosa. La Madrugá, fría y gélida, despertó para acompañar al Cristo de la Sangre en su pávido caminar por las lóbregas calles.

La Semana Santa está llena de contrastes y de sensaciones que se van desarrollando a pasos largos y firmes. El llamador del capataz suena sempiterno para mostrar las escenas del calvario y el pueblo se dispone para hacerse partícipe de tanto dolor. Mujeres con mantillas negras llenaron de plañideras las calles en señal de duelo y respeto, Cristo moriría en la Cruz y muchas almas rezaban para su salvación ante la imagen de un Señor, pese a la carga, de paso firme.

En su encuentro con Nuestra Señora de los Dolores, Zalamea reza cantando para elevar las plegarias a los cielos y proclamarlas con el corazón. Lleno a rebosar al comienzo de la Ruiz Tatay, para continuar la subida al calvario y reencontrarse con la Pastora en una dulce estampa que une, en lo mariano, al dolor con la exaltación. A significar el paso de Nuestro Padre Jesús el Nazareno por el barrio de su escultor.











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En su regreso al Templo, el paso por el Jardín, que se hace multitudinario para presenciar uno de esos momentos mágicos del acontecer cofrade zalameño.

La noche se cierne sobre Zalamea y la muerte se anuncia para mostrar al Cristo crucificado en la Cruz. Dos de la mañana y el cerrojo de la puerta del Templo resuena para contraer los corazones como tormenta en tinieblas. A las puertas aguarda el pueblo resguardados del frío y la inclemencia. Un caminar en silencio, sosegado y con el respeto que se merece una procesión distinta, y que el cofrade de Zalamea sabe entender para hacerla eterna.