sábado, 8 de marzo de 2008

Día Internacional de las Mujeres

Superada la transición a la democracia, con la Constitución Española de 1978, se reconoce en su art. 14 el derecho a la igualdad, y se reconoce como un derecho fundamental inherente a toda persona humana.

La mejor muestra de que algo está cambiando, y aún el mayor de los cambios, consiste en que hoy en día, en nuestra sociedad, la dominación masculina no se impone ya con la evidencia de la objetividad.

Hay en nuestra cultura modelos de logro mucho mayor para los varones que para las mujeres, pero los roles no son fijos, pueden abrirse. En un día como hoy, no podemos dejar de mencionar el papel que muchas mujeres han desempeñado a lo largo de nuestra historia. Podemos hablar de mujeres trabajadoras, de mujeres escritoras, de mujeres independientes, de mujeres políticas, o, simplemente de mujeres que en el transcurso de la historia han permanecido al margen de la misma historia y no se le ha reconocido su labor por el simple hecho de ser mujer, y son precisamente ellas las que con su hacer y sus reivindicaciones, a veces enmudecidas por el resto de la sociedad, crearon los cimientos para romper los moldes y los arquetipos y quizá gracias a ellas podamos ahora proyectarnos hacia un futuro de sujetos libres.

Podría mencionar los avances que se han producido en la última década en lo referente a la población activa femenina en Andalucía , que antes era de un 15% y hoy es del 39%; se ha duplicado la población ocupada, de trescientas mil andaluzas pasa a ochocientas noventa y siete mil seiscientas; el autoempleo femenino ha crecido un 33%; las universitarias son mayoría desde el curso 91/92; en fin, datos estadísticos que se quedan un poco escuetos y parcos por no decir insuficientes para la mujer, porque desde el mismo momento en que hablamos de igualdad, es inevitable hablar de discriminación. Es este último término el que más pesa sobre las mujeres que la soportan en distintos ámbitos (sociales, laborales, políticos, en el ámbito doméstico) y por mencionar alguno específicamente, podría decir en el acceso al trabajo, en la contratación, en la promoción laboral, en el acoso sexual, la doble jornada,… y un largo etcétera, porque actualmente y a la fecha de hoy, los datos estadísticos apuntan a una discriminación directa sobre las mujeres; se evidencia su relegación a un segundo plano en cargos de alta responsabilidad, que se ocupan por hombres que, incluso tienen menos formación que ellas para ese puesto en concreto y las innumerables dificultades por las que pasan las mujeres no sólo para el acceso a la vida laboral, sino también cuando ya encuentran un puesto de trabajo, la conciliación de vida laboral y familiar, por no mencionar la contratación que se les hace a las jóvenes en edad fértil, que incluso tienen que ocultar su estado de gestación para poder acceder a ese puesto o incluso mantenerse en el mismo después del parto.

Lamentablemente hoy por hoy no podemos hablar de una igualdad de oportunidades entre mujeres y hombres porque todavía siguen existiendo barreras culturales, sociales y políticas que nos consideran en un segundo plano y que no deberían de existir. Para hablar de economía no podemos dejar que otros hablen por nosotras, para hablar de cultura, no podemos permitir que otros nos arrebaten nuestro papel dentro de la misma, para hablar de familia no podemos mantener la ideología del patriarcado que nos relega al ámbito doméstico y privado; para hablar política no podemos dejar que otros ejerzan la política por nosotras, tenemos que involucrarnos activamente en la política, ya sea de manera pasiva ejerciendo nuestro derecho ideológico y moral, ya sea de manera activa introduciéndonos en el ámbito político, militando y ejerciendo política.

Hasta la fecha de hoy tenemos muchas cosas que hacer, no podemos permanecer enmudecidas ante los cambios sociales, tenemos que ser nosotras mismas las que provoquemos esos cambios. Considero que la legislación vigente es precaria en lo que se refiere a los conceptos de género e igualdad. Se aprueba una ley en contra de la violencia doméstica que deja mucho que desear. No es suficiente con establecer una ley que castigue y sancione a los agresores, y que además introduce medidas de protección a las víctimas. Esto es paliar las consecuencias de lo que supone ejercer violencia, y el problema no está en las consecuencias, sino en sus orígenes, y el origen de las actitudes violentas no procede de hombres o personas que sean especiales o diferentes, procede de personas que socialmente han recibido una educación machista o que simplemente han asumido unos valores sociales que a lo largo de sus vidas se les reconoce como normales o incluso por costumbre se les reconoce ese derecho de dominación debido a la experiencia de vida que han mantenido y que lamentablemente se mantiene por el resto de la sociedad. Desde que nacemos se nos etiqueta con una condición: hombre o mujer y desde que nacemos es por costumbre hacer diferencias entre ambos sexos. Eso lleva no sólo a la diferencia biológica que por naturaleza nos corresponde, eso lleva a posteriori a otros tipos de diferencias que ya desde los propios hogares, en la escuela, en la calle,…hay que empezar a cambiar. Con esto me estoy refiriendo a que ya desde pequeños deberíamos de recibir una educación basada en la igualdad, en la equidad y en la asunción de valores que aboguen por la paridad. Aunque esto parezca una alusión de desconfianza hacia lo que tenemos, no es más que un análisis de eso mismo, de lo que hay y lo que hay es obvio que hay que cambiarlo con la intención de que ese cambio produzca la implicación de toda la sociedad a todos los niveles: familiar, educativo, social y político.

También merece una crítica negativa por mi parte la Ley de Dependencia, porque aunque claramente no adjudica la labor de cuidadora a la mujer, sí promueve las condiciones para que sean éstas las que se preocupen de los beneficios económicos que por esa labor se adjudican. Ni siquiera nos podemos parar a pensar en que también hay que cuidar a las y los que cuidan, no sólo económicamente, sino también anímicamente. La dependencia crea muchas limitaciones para la persona que se ocupa de otra, y no sólo económicamente se le puede compensar por su trabajo. En estos casos tenemos que utilizar un poco la empatía y reconocer que estas/os cuidadoras también necesitan su espacio, su dedicación a otras actividades fuera de la carga a nivel doméstico, porque a nivel psicológico la dependencia produce trastornos de tipo mental e incluso llegan a somatizarse en trastornos físicos que después resultan irreversibles.

Tenemos necesidad de una ley de igualdad que garantice eso mismo, la igualdad a todos los niveles, que no sea una igualdad formal plasmada en una serie de artículos, sino que transforme en real ese derecho y no menoscabe su ejercicio de cara a las mujeres. El proyecto actual también deja mucho que desear.

Desde mi punto de vista nos queda mucho camino por recorrer y muchos derechos que reivindicar para conseguir la plena igualdad de género y oportunidades entre mujeres y hombres y me gustaría terminar con una frase Clara Campoamor que reconoce y admite la cuestión de género como una cuestión de clamor feminista y de deseo, porque con sus frases aspiraba a ese reconocimiento social de igualdad de las mujeres con respecto a los hombres y, esas frases son un legado que no podemos dejar en el vacío:”Soy mujer. Y un entrañable calor me abriga cuando el mundo me golpea. Es el calor de otras mujeres, de aquellas que no conocí, pero que forjaron un suelo común, de aquellas que amé aunque no me amaron, de aquellas que hicieron de la vida este rincón sensible, luchador, de piel suave y tierno corazón guerrero… Para las que mantienen la ilusión… de que las cosas pueden cambiar. 8 de Marzo Día Internacional de las Mujeres.

Consoli García Ibáñez. Zalamea la Real, Marzo de 2008.