Hoy nos hemos dirigido a 8 kilómetros de nuestro pueblo para trasladarnos al mes de Febrero, y os preguntaréis muchos que significado puede tener ésto. Pues bien, en una aldea vecina se celebra, hoy por todo el día, un carnaval muy singular. El Carnaval de El Villar. Ha pasado el invierno, la Cuaresma y su Semana Santa, estamos metidos en el mes de las cruces, y de repente como de un oasis en el desierto surge una jornada carnavalera.
Al llegar a El Villar, a eso de la una del mediodía ¡madre mía que calor!, nos metimos en el bar de Patiño para tomar un refrigerio. Allí se encontraban “la gente de cai”, vestidos aún de calle y cantando a garganta abierta por su tierra, ¡qué vozarrones! Al acercarnos a la barra, nos vio Julián, villarejo de nacimiento, hijo de Cesáreo y Ana, y componente de “El Coro del Monti”….-“Juli que calor hace, ¿a qué hora actuáis?”....-“ahora nos tenemos que vestir y estaremos listo a las dos y medía más o menos”. Mientras tanto sus compañeros del coro rodeados de familiares y amigos, seguían a lo suyo cantando y pasando un buen rato. Decidimos dirigirnos al salón de La Hermandad donde se iba a celebrar la actuación, para pulsar el ambiente y visualizar los preparativos que habían dispuesto los villarejos. En la puerta tenían preparado el escenario desde donde cantaría el coro gaditano, dentro del salón estaban sirviendo copas y ultimando la preparación de una caldereta y una paella con todos sus avíos.
Antes de las dos y media, como lo habían anunciado, los gondoleros hicieron acto de presencia, inundando con su vaivén de voces las calles de la aldea. A pesar del calor reinante, “Barcarola” refrescó con aires venecianos a los allí asistentes. Si el año pasado, el coro nos sorprendió con “Qué Golferio”, este año con máscaras y atuendos venecianos no dejaron a nadie indiferente en su presentación. Agradeciendo la buena acogida que tenían cada año y particularizando “el carnaval villarejo”, como el último en el año carnavalero.
Este año como detalle, requirieron del pedáneo de la aldea para que subiera al escenario y entregarle unas fotos donde se plasman las actuaciones, tanto del año pasado, como de este, del coro actuando en El Falla. Las fotos preciosamente enmarcadas hacían reseña, de forma agradecida, a El Villar y su gente, solicitando que fueran colgadas en el salón de La Hermandad.
Los aires de Cádiz envolvieron la añeja aldea en forma de pasodobles y cuplés, intercalando algún que otro chiste, que de forma distendida contaba un componente del coro. La entrega a la musicalidad y el arte de estos gaditanos era total, que con sus estribillos y letras pegadizas fueron haciendo participes al público en su actuación.
Mientras tanto, fuimos dentro del salón a pedir una cerveza y pudimos comprobar que la paella estaba lista. Como buenos previsores de la avalancha que se avecinaría luego, nos pedimos dos buenos platos de paella. Tres euros de una buena ración con todos sus componentes y en su punto justo, ¡Qué buena estaba!
Preguntamos en la barra quien la había hecho y nos dijeron que la hacía siempre Puri que tenia muy buena mano con la paella. Nos quedamos con ganas de repetir, pero nos habían servido tanto que estábamos hartos para reventar.
El coro terminó su puesta en escena, y todo el mundo se dispuso a pasar dentro del salón para beber y comer. Allí los dejamos y seguramente ahí seguirán puesto que el buen ambiente entre los gaditanos y los aldeanos se podía palpar. El año pasado terminaron en el bar del Gordo hasta altas horas de la madrugada, disfrutando del cante con guitarras, cajas y timbales, con un numeroso público ávido de fiesta.
A nuestro pesar nos tuvimos que volver para Zalamea, porque el fotógrafo tenía que asistir a una boda, y el que escribe tenía cosas que hacer por la tarde. Por ello nos despedimos de El Villar y nos congratulamos de haber disfrutado de un fantástico carnaval en vísperas de El Romerito.
Al llegar a El Villar, a eso de la una del mediodía ¡madre mía que calor!, nos metimos en el bar de Patiño para tomar un refrigerio. Allí se encontraban “la gente de cai”, vestidos aún de calle y cantando a garganta abierta por su tierra, ¡qué vozarrones! Al acercarnos a la barra, nos vio Julián, villarejo de nacimiento, hijo de Cesáreo y Ana, y componente de “El Coro del Monti”….-“Juli que calor hace, ¿a qué hora actuáis?”....-“ahora nos tenemos que vestir y estaremos listo a las dos y medía más o menos”. Mientras tanto sus compañeros del coro rodeados de familiares y amigos, seguían a lo suyo cantando y pasando un buen rato. Decidimos dirigirnos al salón de La Hermandad donde se iba a celebrar la actuación, para pulsar el ambiente y visualizar los preparativos que habían dispuesto los villarejos. En la puerta tenían preparado el escenario desde donde cantaría el coro gaditano, dentro del salón estaban sirviendo copas y ultimando la preparación de una caldereta y una paella con todos sus avíos.
Antes de las dos y media, como lo habían anunciado, los gondoleros hicieron acto de presencia, inundando con su vaivén de voces las calles de la aldea. A pesar del calor reinante, “Barcarola” refrescó con aires venecianos a los allí asistentes. Si el año pasado, el coro nos sorprendió con “Qué Golferio”, este año con máscaras y atuendos venecianos no dejaron a nadie indiferente en su presentación. Agradeciendo la buena acogida que tenían cada año y particularizando “el carnaval villarejo”, como el último en el año carnavalero.
Este año como detalle, requirieron del pedáneo de la aldea para que subiera al escenario y entregarle unas fotos donde se plasman las actuaciones, tanto del año pasado, como de este, del coro actuando en El Falla. Las fotos preciosamente enmarcadas hacían reseña, de forma agradecida, a El Villar y su gente, solicitando que fueran colgadas en el salón de La Hermandad.
Los aires de Cádiz envolvieron la añeja aldea en forma de pasodobles y cuplés, intercalando algún que otro chiste, que de forma distendida contaba un componente del coro. La entrega a la musicalidad y el arte de estos gaditanos era total, que con sus estribillos y letras pegadizas fueron haciendo participes al público en su actuación.
Mientras tanto, fuimos dentro del salón a pedir una cerveza y pudimos comprobar que la paella estaba lista. Como buenos previsores de la avalancha que se avecinaría luego, nos pedimos dos buenos platos de paella. Tres euros de una buena ración con todos sus componentes y en su punto justo, ¡Qué buena estaba!
Preguntamos en la barra quien la había hecho y nos dijeron que la hacía siempre Puri que tenia muy buena mano con la paella. Nos quedamos con ganas de repetir, pero nos habían servido tanto que estábamos hartos para reventar.
El coro terminó su puesta en escena, y todo el mundo se dispuso a pasar dentro del salón para beber y comer. Allí los dejamos y seguramente ahí seguirán puesto que el buen ambiente entre los gaditanos y los aldeanos se podía palpar. El año pasado terminaron en el bar del Gordo hasta altas horas de la madrugada, disfrutando del cante con guitarras, cajas y timbales, con un numeroso público ávido de fiesta.
A nuestro pesar nos tuvimos que volver para Zalamea, porque el fotógrafo tenía que asistir a una boda, y el que escribe tenía cosas que hacer por la tarde. Por ello nos despedimos de El Villar y nos congratulamos de haber disfrutado de un fantástico carnaval en vísperas de El Romerito.