Despertamos del letargo inclemente, desechamos la indolencia sumisa de un invierno luengo y plomizo. Nos disponemos en un arrebato de brillantez, a despojarnos de desidias y ternos. Como de un llamamiento altivo y redoblado nos congregamos en las calles y en la afabilidad del convivir diario. No hay mejor terapia que el despertar con una mañana vivaracha y oreada en fragancias primaverales.
Albas lozanos, puestas templadas y agraciadas a la vista, de un gran valor visual y contemplativo.
El esplendor de nuestra primavera, se ha visto sutilmente embellecido este año. Nuestros ejidos y entornos han sido irrigados de forma acompasada y atenúa en cada momento. Si a eso le acrecentamos nuestro clima suave, nos explota una estación con todo su ímpetu y riqueza.
Los primeros albores de vestigio, surgen con el florear de nuestros almendros salpicando ligeramente el óleo de nuestro pueblo. Que en estas fechas cambia los colores grises y ocres, por los colores vivos y alegres. Del gris bizancio, pasamos al azul turquesa y del ocre, pasamos al verde esmeralda. Cambiamos de lienzo y de pinturas para crear una nueva composición. Un cuadro que resalta la parte más alegre de nuestro interior, y que nos impulsa a exponerlo en las mejores galerías de arte con todo apremio.
En estos días, que se van prolongando en su caminar, son numerosos los zalameños que se incorporan a la ruta del colesterol. Unos tratando de soltar el lastre invernal, y otros vigorizándose los sentimientos y el alma. La chavalería salta a la calle, y esta asorda, despierta con la bulla y el gentío. Los pájaros avivan y dormitan nuestro pueblo con ese canturreo tan propio en esta estación.
Se entremezclan sensaciones y olores, calidez y confort. Cierta impaciencia y nerviosismo. Ya se sabe que la sangre altera.
Otros la asemejan y la anquilosan con la semana de pasión e incienso, pero según se sabe, el azahar huele de igual modo. Ahí quien la enmarca en romerías y festejos propios de peregrinación, pero el campo también reluce para los no devotos.
Dos ventanales grandes se han abierto….su aroma, su avenencia y su embrujo, ya se sienten a nuestro alrededor………..
Albas lozanos, puestas templadas y agraciadas a la vista, de un gran valor visual y contemplativo.
El esplendor de nuestra primavera, se ha visto sutilmente embellecido este año. Nuestros ejidos y entornos han sido irrigados de forma acompasada y atenúa en cada momento. Si a eso le acrecentamos nuestro clima suave, nos explota una estación con todo su ímpetu y riqueza.
Los primeros albores de vestigio, surgen con el florear de nuestros almendros salpicando ligeramente el óleo de nuestro pueblo. Que en estas fechas cambia los colores grises y ocres, por los colores vivos y alegres. Del gris bizancio, pasamos al azul turquesa y del ocre, pasamos al verde esmeralda. Cambiamos de lienzo y de pinturas para crear una nueva composición. Un cuadro que resalta la parte más alegre de nuestro interior, y que nos impulsa a exponerlo en las mejores galerías de arte con todo apremio.
En estos días, que se van prolongando en su caminar, son numerosos los zalameños que se incorporan a la ruta del colesterol. Unos tratando de soltar el lastre invernal, y otros vigorizándose los sentimientos y el alma. La chavalería salta a la calle, y esta asorda, despierta con la bulla y el gentío. Los pájaros avivan y dormitan nuestro pueblo con ese canturreo tan propio en esta estación.
Se entremezclan sensaciones y olores, calidez y confort. Cierta impaciencia y nerviosismo. Ya se sabe que la sangre altera.
Otros la asemejan y la anquilosan con la semana de pasión e incienso, pero según se sabe, el azahar huele de igual modo. Ahí quien la enmarca en romerías y festejos propios de peregrinación, pero el campo también reluce para los no devotos.
Dos ventanales grandes se han abierto….su aroma, su avenencia y su embrujo, ya se sienten a nuestro alrededor………..