Estos días atrás estaba viendo trabajar a Agudo en un proyecto, (porque en esta nuestra tierra uno trabaja y cuatro miran) y en lo mejor de su faena se fue la luz. Yo creía que eso ya no ocurría y por ello me retrotraje a los años cuarenta y más y me acordé de estas mujeres que refiero en este escrito.
Cuando el jinete del Apocalipsis, llamado GUERRA, cabalgó por nuestra bendita tierra, asolando, destruyendo y al mismo tiempo despertando odios constreñidos y ansias de revancha, que se llevaron por delante vidas y haciendas, en nuestro pueblo quedó el resultado de aquella barbarie en forma de viudas y huérfanos.
Años de escasez, miserias, hambre y racionamiento de lo poco que había para los pobres.
Al igual que después de las guerras, que durante los reinados de Carlos V y Felipe II España sostuvo con media Europa dando lugar al fenómeno de los pícaros –como el Lazarillo de Tormes-, en nuestra España como consecuencia de todas estas circunstancias nació el fenómeno del estraperlo.
Yo no voy a hacer una tesis sobre este fenómeno que a tanto desaprensivo hizo rico, yo me voy a circunscribir a mi pueblo, nuestro pueblo y a sus “estraperlistas”.
Sólo quiero referirme a aquellas mujeres que sin apoyos de esposo, o familia para seguir adelante, tenían que sacar lo necesario para criar a sus hijos y subsistir en aquella desolación en que quedaron por la desaparición del ser querido, la mayor parte de las veces sin “haberlo comido ni bebido”.
Recuerdo de mis años de estudiante cuando en el tren de Buitrón, que salía de San Juan del Puerto y moría en Zalamea, hacíamos el camino de retorno de Huelva después de algún examen, cómo al llegar el tren a los pueblos de Trigueros o Beas unas mujeres vestidas de negro y embozadas en aquellos mantos negros comenzaban a acarrear bultos, ayudadas por niños escuálidos de ojos de miedo, a los furgones del final del tren. Algunos revisores hacían la “vista gorda” porque sabían que esas mujeres, que parecían fantasmas, tan solamente tenían para poder seguir malviviendo lo poquito de beneficio que de la venta de ese pan, trigo o aceite pudieran sacar. ¡Ay sacar!, sacar si no se cruzaba por medio alguna pareja de la Guardia Civil que le requisaba esa poquita mercancía arguyendo que eran órdenes superiores. Así, a sabiendas de que la Guardia Civil las esperaba en la estación, cuando la cansada locomotora enfilaba la cuesta de San Blas se abrían las puertas del furgón de cola y comenzaban a caer en las cunetas sus preciadas cargas, y a riesgo de sus vidas saltaban a tierra, con el tren jadeando para coronar la cuesta, para recoger esa mercancía que le daría vida y sustento a sus hijos. Después, al amparo de la noche, transportarían hasta sus casas atravesando montes y evitando caminos para no ser detenidas por los que en la estación las estaban esperando, y se habían visto burlados y por tanto imaginaos la leche que se les habrían puesto.
Otras veces esas mujeres eran fantasmas por esos caminos hacia Portugal para traer un poco de café, a veces sin tostar para luego en artesanales fogones ponerlo a punto para su venta.
¿ Y me van a mí a hablar estos políticos progres de fiestas y reconocimientos para la mujer trabajadora? Estas mujeres no sólo eran trabajadoras, eran mártires que nadie ha tenido nunca en cuenta con la leche de la memoria histórica. Si, memoria histórica pero para todos, todos ¿eh? Que en los bandos hubo sus más y sus menos, pero esta memoria debe ser dedicada y muy especialmente hoy, para estas mujeres a las que les mataron sus maridos, y ellas fueron muertas en vida que vieron cómo les desaparecía su compañero, y a muchas les desaparecía también su patrimonio con el que podrían haber hecho frente para seguir adelante.
Cuando visito Riotinto, y veo al entrar en aquella “rotonda” el monumento a la Mujer Minera siempre me acuerdo de todas aquellas mujeres que perdieron lo mejor de su juventud por esos campos arrastrando el fruto de su trabajo para sacar adelante a sus hijos, y defendiendo su dignidad y su honra. Creo que Zalamea tiene una deuda pendiente con estas mujeres por su trabajo y sufrimientos, y porque también ayudaron a que se pudiera, el que podía, conseguir alguna comida que era imposible encontrar como no fuera acudiendo a ellas.
Ahora que se habla de poner un monumento con una estrella en la entrada del pueblo ¿Por qué no se les hace un monumento a estas mujeres? ¿Qué mejor forma de enseñar a los que nos visitan que aquí hubo un grupo de mujeres a las que se les fusilaron sus maridos y para poder subsistir se tuvieron que “echar al monte” haciendo de estraperlistas para sacar sus casas adelante. Uníos políticos y honremos a esas mujeres.
En Zalamea la Real y en memoria de todas ellas. Pastor. En el día de la Mujer Trabajadora.