Llegadas estas fechas, finales de junio, muchos empiezan a programarse las vacaciones y escapadas hacia otros puntos de ocio, pero a que zalameño no le gusta pasearse en San Juan por su barrio alto disfrutando de una velá que parece no afectarle el paso del tiempo, y conserva en la actualidad ese aire añejo de fiesta de verbena antigua.
Sin estridencias, ni fanfarrias decorativas, que ensombrecen la candidez humana de un pueblo, y eso es precisamente lo que caracteriza a esta humilde fiesta sanjuanera, el calor humano de un encuentro en torno a un barrio.
Se trata de seguir conservando esos bailes en la plazoleta, pasear mientras se saluda a los conocidos (¿Qué cuesta un saludo?), comerse un pinchito junto a la familia en una silla de madera, un viejo teatrillo de títeres, la ilusión de los niños correteando de un sitio a otro mientras que actúa la banda del pueblo; esa es la fiesta que hay que mimar para que por si sola perdure en el tiempo, y muy importante, en nuestra memoria.