Llegando estas fechas todos los zalameños se preparan para recibir la semana más esperada del año. Todo tiene que estar listo para vivir, con la mayor intensidad posible, nuestra feria de septiembre, que pone la traca final a un verano incesante.
Faltando apenas días, son muchas las reuniones de amigos que ultiman todos los preparativos para celebrar tan especial acontecimiento.
De entre todas las casetas que, año tras año, se montan en el recinto ferial, nos queremos centrar en una muy particular. 26 amigos que desde la adolescencia han perdurado en la unión y en la amistad, haciendo de la feria un punto de encuentro ante su pueblo y su fiesta.
Cuando este martes veamos junto a la cabina de la Plaza, la caseta “La Posá”, podremos decir que se trata de la caseta con más tradición de todas las que se ponen, a sus 28 años de antigüedad y con una larga lista de anécdotas y recuerdos, “La Posá” se nos muestra, en su pueblo y con su gente de siempre, como una dama orgullosa y coqueta, mostrándonos con gran lozanía su puesta en largo una feria más.
En la tarde de ayer nos trasladamos al almacén de Juan Centeno, allí nos esperaba junto con su amiga Ana Trigo, para contarnos el secreto de esta reunión para perdurar en el tiempo.
…”con 19 o 20 años nos quedábamos en casas alquiladas hasta que nos fueron fallando, la primera fue en “la posá” de la calle Manovel, de ahí viene el nombre de nuestra reunión”…Nos comenta Ana, recordando los inicios en la feria zalameña…”Nos recorrimos todos los alrededores del centro, pasando por la calle La Rosa, la cochera de Mª Josefa y Lucía Barrera en la esquina de La Fuente del Jardín…”
Pasaron por distintos sitios, hasta que por primera vez montaron una caseta hecha con palos y adelfas, fraguándose de esta manera, y por mediación de un amigo de Cortegana, la construcción de los hierros que aderezan, actualmente, su reunión.
Cimientos fraguados en la amistad y en la comprensión, que han sabido perdurar en el tiempo, ajenos a cambios y transformaciones de todo tipo, chavales despreocupados que se conocieron en su pueblo, y que hoy en día siguen quedando en pandilla, a pesar de estar casados y con hijos.
Les invade cierta nostalgia, cuando nos hablan de “los negritos”, forma de pago que tenían en sus inicios, dando cada uno de su bolsillo 50 pesetas al mes. Ahorros con los que pudieron pagar, en su totalidad, su caseta.
Actualmente ponen, cada uno, 60 euros anuales, con los que pagan el sitio, la luz y dejan dinero para pagar anticipadamente las gambas. Este dinero que actualmente se guarda para las gambas, otros años ha servido para comprar todas los utensilios que se utilizan en la caseta.
Después de tantos años no se han creado como asociación, Juan nos habla, que alguna vez se dictaminaron, extraoficialmente, unas normas de cumplimiento y unos estatutos, pero que andan por ahí perdidos, y no se han vuelto a realizar. No por ello, la reunión descuida las normas básicas de convivencia. Los turnos de barra son de dos parejas por día y se encargan de servir, recoger y limpiar la caseta. Sólo ellos se pueden meter dentro de la barra, pero si hay un momento de multitud, o no se da abasto, los miembros de la caseta ayudan a la pareja, pero como dice Juan, no hay obligación de hacerlo.
Todos los años se elige un presidente que gestiona los gastos y se encarga de recoger el dinero, “los negritos”. Se rifan los turnos de barra con papelillos y poco más, la caseta está lista para el estreno del alumbrado.
A pesar de los años, su inquietud en las semanas previas a la feria prevalece como en las primeras reuniones que hacían en las cocheras. Han sobrevivido a la rutina de los años, cultivándose un singular punto de unión y diversión; la feria en “La Posá”.
Recordando feria pasadas, Juan muestra anhelo por los antiguos puestos de pinchos al carbón, con cervecitas, camarones, gambitas recién traídas de Huelva; y que dejaron de venir cuando surgieron las casetas. Según Juan, estos puestos eran de parada obligatoria en la feria, con lo que había más gentío en la calle. También nos dicen que las mañanas y el mediodía se llenaban y ahora hasta las cuatro de la tarde no empieza a tener ambiente la feria…”Es difícil, se ha perdido La sesión Vermú, podría hacerse antes de las 11:00 para que no dejen de salir personas mayores que no salen tan tarde. Estas personas, este año no tendrán donde ir, la mayoría de los bares del recinto no abrirán por feria”…
Cuando le preguntamos por la afición a los toros, Juan nos comenta que una parte de la caseta vive especialmente los prolegómenos del festejo taurino de cada día. Las mujeres se visten de mantilla y ellos preparan el clásico “rebujito” para amenizar el espectáculo taurino.
…”Que todo el mundo tenga salud para disfrutar la feria y que prevalezca la amistad por encima de todo”…Estos son los deseos de Juan Centeno y Ana Trigo para la Feria 2006. Miembros de una reunión de zalameños, que dan un ejemplo de convivencia a todas las generaciones, haciendo prevalecer, en el paso de los años, la tolerancia y el respeto mutuo, ingredientes básicos para que perdure una buena amistad.
Faltando apenas días, son muchas las reuniones de amigos que ultiman todos los preparativos para celebrar tan especial acontecimiento.
De entre todas las casetas que, año tras año, se montan en el recinto ferial, nos queremos centrar en una muy particular. 26 amigos que desde la adolescencia han perdurado en la unión y en la amistad, haciendo de la feria un punto de encuentro ante su pueblo y su fiesta.
Cuando este martes veamos junto a la cabina de la Plaza, la caseta “La Posá”, podremos decir que se trata de la caseta con más tradición de todas las que se ponen, a sus 28 años de antigüedad y con una larga lista de anécdotas y recuerdos, “La Posá” se nos muestra, en su pueblo y con su gente de siempre, como una dama orgullosa y coqueta, mostrándonos con gran lozanía su puesta en largo una feria más.
En la tarde de ayer nos trasladamos al almacén de Juan Centeno, allí nos esperaba junto con su amiga Ana Trigo, para contarnos el secreto de esta reunión para perdurar en el tiempo.
…”con 19 o 20 años nos quedábamos en casas alquiladas hasta que nos fueron fallando, la primera fue en “la posá” de la calle Manovel, de ahí viene el nombre de nuestra reunión”…Nos comenta Ana, recordando los inicios en la feria zalameña…”Nos recorrimos todos los alrededores del centro, pasando por la calle La Rosa, la cochera de Mª Josefa y Lucía Barrera en la esquina de La Fuente del Jardín…”
Pasaron por distintos sitios, hasta que por primera vez montaron una caseta hecha con palos y adelfas, fraguándose de esta manera, y por mediación de un amigo de Cortegana, la construcción de los hierros que aderezan, actualmente, su reunión.
Cimientos fraguados en la amistad y en la comprensión, que han sabido perdurar en el tiempo, ajenos a cambios y transformaciones de todo tipo, chavales despreocupados que se conocieron en su pueblo, y que hoy en día siguen quedando en pandilla, a pesar de estar casados y con hijos.
Les invade cierta nostalgia, cuando nos hablan de “los negritos”, forma de pago que tenían en sus inicios, dando cada uno de su bolsillo 50 pesetas al mes. Ahorros con los que pudieron pagar, en su totalidad, su caseta.
Actualmente ponen, cada uno, 60 euros anuales, con los que pagan el sitio, la luz y dejan dinero para pagar anticipadamente las gambas. Este dinero que actualmente se guarda para las gambas, otros años ha servido para comprar todas los utensilios que se utilizan en la caseta.
Después de tantos años no se han creado como asociación, Juan nos habla, que alguna vez se dictaminaron, extraoficialmente, unas normas de cumplimiento y unos estatutos, pero que andan por ahí perdidos, y no se han vuelto a realizar. No por ello, la reunión descuida las normas básicas de convivencia. Los turnos de barra son de dos parejas por día y se encargan de servir, recoger y limpiar la caseta. Sólo ellos se pueden meter dentro de la barra, pero si hay un momento de multitud, o no se da abasto, los miembros de la caseta ayudan a la pareja, pero como dice Juan, no hay obligación de hacerlo.
Todos los años se elige un presidente que gestiona los gastos y se encarga de recoger el dinero, “los negritos”. Se rifan los turnos de barra con papelillos y poco más, la caseta está lista para el estreno del alumbrado.
A pesar de los años, su inquietud en las semanas previas a la feria prevalece como en las primeras reuniones que hacían en las cocheras. Han sobrevivido a la rutina de los años, cultivándose un singular punto de unión y diversión; la feria en “La Posá”.
Recordando feria pasadas, Juan muestra anhelo por los antiguos puestos de pinchos al carbón, con cervecitas, camarones, gambitas recién traídas de Huelva; y que dejaron de venir cuando surgieron las casetas. Según Juan, estos puestos eran de parada obligatoria en la feria, con lo que había más gentío en la calle. También nos dicen que las mañanas y el mediodía se llenaban y ahora hasta las cuatro de la tarde no empieza a tener ambiente la feria…”Es difícil, se ha perdido La sesión Vermú, podría hacerse antes de las 11:00 para que no dejen de salir personas mayores que no salen tan tarde. Estas personas, este año no tendrán donde ir, la mayoría de los bares del recinto no abrirán por feria”…
Cuando le preguntamos por la afición a los toros, Juan nos comenta que una parte de la caseta vive especialmente los prolegómenos del festejo taurino de cada día. Las mujeres se visten de mantilla y ellos preparan el clásico “rebujito” para amenizar el espectáculo taurino.
…”Que todo el mundo tenga salud para disfrutar la feria y que prevalezca la amistad por encima de todo”…Estos son los deseos de Juan Centeno y Ana Trigo para la Feria 2006. Miembros de una reunión de zalameños, que dan un ejemplo de convivencia a todas las generaciones, haciendo prevalecer, en el paso de los años, la tolerancia y el respeto mutuo, ingredientes básicos para que perdure una buena amistad.