Un auténtico espectáculo que fusionó el flamenco de una guitarra, el cante y un cajón, con un acompañamiento tan poco frecuente como el de una orquesta filarmónica y con la palabra, una palabra hecha pura poesía, que sirvió para que todos los allí presentes nos adentráramos aún más en un ambiente realmente mágico, capaz de transportarnos a un bello sueño que hizo despertar nuestros más profundos sentimientos.
El pasado viernes 9 de Junio muchos zalameños pudieron conocer esta obra de José Raúl Llanes (creador de la música y la orquestación) y José Manuel Vázquez (creador de los recitados y las letras de los cantes), y otros muchos decidieron volver a disfrutarla, ya que habían asistido al estreno de la misma, que fue en Valverde hace aproximadamente un año.
La obra está concebida como una sucesión de palos flamencos entre los que se van intercalando distintos recitados que van dando más color a esa Andalucía por la que los autores quieren llevarnos. Comenzando por una Introducción en la que se fusionan a la perfección la guitarra y una maravillosa orquesta, vamos descubriendo la riqueza sonora de diferentes estilos flamencos perfectamente integrados en la plantilla de una orquesta filarmónica. En ella, tanto la cuerda, como algunos instrumentos de viento (la flauta o el oboe) adornaron con toda su expresividad y embellecieron al flamenco más puro de guitarra, cantaor y percusión. De esta forma, escuchamos una soleá donde la cuerda, la guitarra(tan magistralmente tocada por el mismo compositor) y el quejío flamenco hecho gusto en la voz de Rafael Prada, arrancaron la primera gran ovación de la noche.
A continuación, la dulce voz del violonchelo, intercalada entre el grupo flamenco, creó unos bellos tangos que dieron paso a los fandangos y éstos a su vez nos llevaron de la mano de la expresiva voz de Teo Domínguez, (que iba desgranando con verdadera maestría cada poema) a un movimiento lento que evocaba la banda sonora de una película e incluía un recitado y una nana flamenca, muy bien interpretada por el cantaor.
Seguidamente, el zapateado, que contrastaba con el número anterior, y así llegamos a la séptima pieza: la granaína. En este palo concebido para guitarra sola, José Raúl nos hizo disfrutar de su buen hacer como intérprete. Y para terminar con el espectáculo: una alegría y una taranta-bulería, (palo de fiesta como saben los aficionados al flamenco) donde el percusionista flamenco Fran Castilla demostró su calidad técnica y dominio en la interpretación de un espectacular solo.
El público estalló al final de la obra en aplausos y ovaciones que se prolongaron mientras saludaban todos los intérpretes, el magnífico director de orquesta Mihail Agafita y los autores de la misma.
Todo un lujo para el alma y el oído, para los aficionados a todas esas artes que se dieron cita la pasada noche en el llamado “Sueño Andaluz”, para los amantes de la música en general, del flamenco en particular y del poder evocador de la palabra, y para todos aquellos que, sin saber muy bien lo que iban a encontrar allí, apostaron una vez más por la cultura y dieron su apoyo a todos los que hicieron posible algo tan bello y al mismo tiempo tan difícil, que en ocasiones llegó a parecer un auténtico SUEÑO.