Crisis, falta de expectativas de empleo, éxodo rural, envejecimiento de la población... son las notas que definen una tierra que en otros tiempos lideró el progreso y la modernización de la provincia de Huelva: la Cuenca Minera, una comarca que lucha contracorriente en busca de una diversificación socioeconómica que no ha dejado de hallar obstáculos desde el derrumbe de la extinta empresa Minas de Riotinto (MRT) SAL. Y una de las principales trabas es la ausencia de una cultura emprendedora entre una ciudadanía acostumbrada desde tiempos inmemoriales al paternalismo de los gestores del cobre. Contra ello lucha la Asociación para el Desarrollo Rural (ADR) afincada en la zona, con la dinamización, la sensibilización y el fomento de la participación como una de sus líneas de actividad.
El último episodio, una trivial-gymkhana que, mediante una serie de pruebas de habilidad, empapó a unos treinta jóvenes de Nerva, El Campillo, Zalamea la Real y Minas de Riotinto, en el Paseo del Chocolate del núcleo riotinteño, de sensaciones de optimismo en forma de autoempleo, proyectado como un camino alternativo hacia el bienestar.
El mensaje fue contundente: la apertura de un negocio propio como vía de escape, la puesta en marcha de actividades que eviten la, muchas veces, "obligada" marcha hacia otro lugar, hacia la riqueza de las áreas geográficas más desarrolladas de la provincia, de la región o del país, el abandono de la tierra que vio crecer unas esperanzas e ilusiones que hoy emigran a Huelva, a Sevilla, a Madrid o a Barcelona.
El canal utilizado para la realización de esa propuesta de permanencia en casa, de aferramiento a una nueva oportunidad, fue el juego y la convivencia entre habitantes de pueblos distintos que deben andar de la mano, ajenos a rivalidades y localismos. Todos, mezclados, trabajaron en equipo para superar los diferentes escollos de cada misión, cuyo inicio y finalización venían acompañados de una pregunta sobre empleo, sobre los pilares de la cultura emprendedora y la prevención de los riesgos laborales. El paracaídas, símbolo de seguridad, fue la antesala para alentar el instinto de supervivencia.
El tiro con arco y el lanzamiento de dardos midieron la puntería de unos participantes que se impregnaron de espíritu competitivo en la lucha por estampar el globo que sus rivales llevaban atado al pie mientras defendían el suyo. Se trataba de aprender a desenvolverse en un contexto hostigador. Luego llegó la hora de sortear, con los ojos vendados, las piedras que el mercado deja en los lugares más insospechados de la senda para complicar el despegue de una iniciativa. Es ahí donde la ayuda externa, la de los compañeros y las administraciones públicas, resulta primordial para no caer tras el primer tropiezo. Pero aún faltaba una premisa que debe cumplir cualquier idea de negocio para alcanzar el éxito, la creatividad, el desparpajo, la innovación y la capacidad de respuesta. El dibujo sobre una pizarra de un término oculto agudizó, en este sentido, las mentes de quienes, en un futuro no muy lejano, podrían apostar por la creación de su propia empresa.