Un año más se llevó a cabo en nuestra localidad la más solemne de las celebraciones que la tradición católica contempla en el calendario litúrgico: el Corpus Christi. Y como todos sabemos, si hay tres días del año que lucen más que el sol, véase, “Jueves Santo, Corpus Christi y día de
la Ascensión”, en esta ocasión el astro rey no dudó en enfatizar mucho más esta dicha tan española, escondiéndose entre esas benditas nubes que riegan nuestros campos como hacía tiempo, para que este acto fuera esplendoroso por sí solo, a pesar de la ausencia de tan soleada efeméride. Y es que se oía decir a diestro y siniestro en el interior del templo parroquial, sobre todo entre los más longevos del lugar, esas frases tan añejas de “yo no he conocio, en to los años de mi vida, un día del Corpu sin salí a la calle en procesión, y mira que tengo años en?”.
Dejando atrás la sabia popular y sus gentes, decir que la celebración comenzó bien temprano en algunas calles de Zalamea, sobre todo en la puerta sur de la iglesia parroquial donde se colocó, como todos los años, en el lugar que ocupaba antaño
la Hornacina de
la Santísima Trinidad, el “descanso” que compone
la Hermandad de Penitencia, haciendo uso en esta ocasión del ángel que acompaña al Misterio de
la Oración en el Huerto que se conserva en
la Ermita de
la Pastora, magnífica obra del XVIII.
Otro lugar emblemático lo encontrábamos en la Calle de la Plaza, donde la Hermandad de San Vicente hizo lo propio montando su altar y ofreciendo otro de los “descansos” del recorrido. Recorrido, por otra parte, que se intuía gracias a la ornamentación que todos los vecinos ofrecían al paso del “Santísimo” por sus puertas, que entre pilistras y helechos, geranios y cortinas de damasco y colchas centenarias de encaje, ofrecían una visión digna de ser recogida por las cámaras fotográficas.
Destacar dentro del recorrido, sin menospreciar al resto, la calle Castillo, que entre adelfas y mestranto, varillas de juncos y un bosque de macetas y floridas plantas, invitaban a todos los demás vecinos a ornamentar el recorrido de las calles en años próximos, no infundiéndose como ejemplo, que eso ya lo hago yo, sino como muestra de cómo nuestro pueblo puede conjugar los frutos de la primavera con las tradiciones que tanto nos caracterizan.
Una vez dicho esto, tras la Eucaristía dominical, todo quedó en ganas de sacar a la calle a “Jesús Sacramentado” bajo el tradicional palio que protege al sacerdote y a la Custodia, dignificándose el recorrido en el interior del templo a través de sus tres naves bajo el “Cantemos al Amor de los Amores” que entonaban los asistentes. La Banda de Música Don Justo Ruiz, apostada en el coro, engalanó el acto con varias marchas procesionales.
La lluvia, que no cesó hasta caer la tarde, dejó este día del Corpus bajo el paraguas, y es que entre el cambio climático que tiene a la Madre Naturaleza de los nervios, y la celebración de la Pascua, que este año se adelantó tanto en el calendario, el Corpus se olvidó del mes de Junio para resguardarse de ese mayo en el que, como manda el refranero, no guardamos el sayo.