Durante mi ya larga (y apasionante vida, por qué no decirlo) me he ido dando cuenta de que las buenas personas cuando se les trata y se tiene una cierta confianza, son mejores todavía de lo que pensábamos. Esto no lo digo yo solo, lo ha dicho gente mucho más inteligentes e importantes en estas cosas del pensar en lo que nos rodea.
Nos rodeamos de prejuicios con las personas, hay quien ve a alguien y, sin conocerlo, ya le cae mal, después, si entabla amistad resulta que es mucho mejor que él, que tan quisquilloso se pone al juzgar sin conocer.
Esto viene a cuento a un video en el que una madre aparta a su hija al paso de un negro y resulta que unos metros más adelante la atraca un hombre blanco, bien trajeado, y es el negro quien se vuelve y se juega su vida defendiendo a la mujer y a su hija.
Son cosas que están fuera de toda duda: el hábito no hace al monje y nunca mejor expresado que cuando un supuesto señor Rato, vicepresidente de España y presidente del FMI, perteneciente, por tanto, a las élites supuestamente honorables del país y del mundo, más que Rato era ratero.
O un señor presidente de alguna comunidad autónoma de los que claman por el bien común y, en realidad, presidía un nido de corruptos. No digamos la actitud de algunos infames eclesiásticos aprovechándose sexualmente de niños o niñas.
El hábito no hace al monje, y es bueno conocer a la gente antes de clasificarlos como si fueran buenos, como en los tres casos anteriores, o malos, como el pobre negrito-bueno que una señora creyó, a primera vista, que era malo.
Vicente Toti
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