Durante la ponencia Teresa explicó con ayuda de las imágenes proyectadas, tanto los estudios previos a la restauración, como las causas de deterioro, patologías crónicas y los trabajos de restauración y conservación, curativa y preventiva, llevados a cabo en la imagen, así como algunas modificaciones en el paso pensadas para reducir los daños inevitables que se producen en los cambios de ubicación, al ser una imagen procesional.
Santa Marina, obra de 1940, del escultor imaginero Manuel Cerquera, había sido intervenida anteriormente, presentaba repintes que se pusieron de manifiesto con la fotografía de fluorescencia ultravioleta, en algunos casos alterados, que tapaban otros daños. En una de estas antiguas intervenciones se entelaron las grietas y fendas existentes en la imagen para estucar, redorar y repolicromar encima. Algunas de estas telas, a consecuencia del ambiente de la Iglesia, la humedad y los cambios de temperatura, se habían hinchado y deteriorado, levantando la policromía, por fortuna no original.
El principal agente de deterioro de la talla ha sido y es la humedad y la acción de los hongos.
Además de los daños mecánicos como grietas y fendas de la talla y su policromía (causados por los movimientos de la madera al hincharse y deshincharse con los cambios ambientales) la humedad también había sido un factor importante en la proliferación de los agentes bióticos: insectos xilófagos que se habían alimentado parcialmente de la madera de la que está formada la talla de la Santa, creando galerías; y también hongos, que se han propagado por las condiciones ambientales.
La capa de preparación o estuco presentaba un daño crónico. A causa de la humedad y los daños por hongos, el estrato de preparación había perdido gran parte de la cola (soluble en agua) que aglutinaba el yeso, quedando este pulverulento y con falta de cohesión. [Ver gráfico explicativo] Se trata de un daño crónico ya que sólo pudo consolidarse las zonas en la que la policromía superior estaba rota y dejaba accesible el estrato de preparación. El resto es inaccesible, ya que se provocaría un daño mayor al romper la policromía para acceder. Se trata, por tanto, de un daño crónico que hay que vigilar.
El resto de deterioros eran, en su mayoría, los propios de una imagen sacra procesional, consecuencia de su uso sacramental y condiciones de conservación. Desde roces, aplastamientos y abrasiones en su policromía, a pérdidas del estrato de preparación, dorado y estofado, por golpes accidentales, entre otras causas.
Estructuralmente la imagen era estable, exceptuando el desplazamiento de una de las piezas del embón, correspondiente con la parte delantera central de los pliegues del ropaje, que, para prevenir futuros daños, se había sustentado con dos espigas de madera, aprovechando para su introducción zonas de policromía repintadas, evitando daños en el original.
La conferencia finalizó con las medidas de conservación preventiva y consejos que se recogen en la memoria entregada a la Hermandad, de las que se proyectaron un resumen para conocimiento de todos los vecinos, buscando alargar lo más posible la vida de la imagen y de las intervenciones que se han llevado a cabo en ella, recordando su importancia ya que se cuenta con una muy posible reaparición de algunos de los daños, como ocurriera en antiguas intervenciones, al tener una patología crónica y permanecer en un ambiente tan húmedo y con bruscos cambios. Lo ideal y recomendable sería un ambiente estable, aunque es algo de difícil cumplimiento en imágenes de culto en uso, que además procesionan. En palabras de Teresa: “Las condiciones de conservación de la imaginería al culto no son las de un museo, ni pretenden serlo. Pero hay unos mínimos que pueden cumplirse, sin eliminar su uso sacro, siguiendo las recomendaciones de conservación preventiva que están pensadas para adaptarse a las circunstancias reales de la imagen, respetando su culto. Son imprescindibles especialmente donde contamos con condiciones ambientales difíciles que nos llevan la delantera”
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