lunes, 19 de junio de 2006

SAN JUAN

Una de las fiestas más entrañables que se ha celebrado, y se sigue celebrando, en Zalamea, ha sido la de San Juan, a la que siempre se le llamó la feria chica.
Se celebraba ésta en el Barrio de La Pastora, barrio que se le ha llamado así por la imagen que se venera en la Ermita de San Sebastián, nombre que siempre llevó este arrabal hasta que la imagen de la referida Pastora fue traída a Zalamea por el Padre Franciscano Fray Miguel de Zalamea, aunque su nombre es el de Miguel Pérez de León, que la trajo a la casi arruinada ermita, ya nombrada, de San Sebastián en 1766, especie de lazareto que en casi todas las poblaciones, en la Edad Media existían, en los extrarradios, para la recogida de enfermos y menesterosos. Ya Miguel de Rado la nombra cuando hace acto de presencia en Zalamea para marcar los límites de su territorio y más o menos deja escrito así “…y que el Rollo esté colocado en el camino que va a la Ermita del Sr. San Sebastián…"
Al llegar el mes de Junio los vecinos comenzaban a preparar la calle San Sebastián, donde está la ermita, “enjalbegando” las paredes y dándole un “reedor” (línea que se pintaba en la unión de la pared con el suelo) con pintura roja o gris, dando la imagen de zócalo pequeño.
En esos días, como ya se ha hecho la recolección, se preparan los chochos en el lebrillo grande con agua para ablandarlos y después proceder a su cocido para quitarles el amargor, más tarde hay que dejarlo reposar otra vez en agua con sal.
Al igual que se preparaban los altramuces también se procedía a buscar los mejores melocotones para fabricar El Ponche, única bebida de esos días. Consistía en; vino, solera, agua, azúcar, canela en rama y cáscara de limón. Una vez mezclado todo se deja reposar, y cuando se va a consumir se mete en el pozo para que se refresque, ya que no había frigorífico, o se metía en la nevera, artilugio hecho de chapa de zinc recubierto de madera, dentro del cual se ponía hielo cubierto de aserrín (algo que nunca supe por qué) que se compraba en la fábrica de Arenas o de Juan El Herrador. Hoy el ponche se hace (salvo los tradicionales) añadiéndole gaseosas e incluso otros productos.
La noche del sábado las familias sacaban a la calle las sillas y la mesa, alrededor de la cual se sentaban los amigos para degustar las pocas viandas, sobretodo los chochos, y beber el ponche.
El Ayuntamiento colocaba luces a lo largo de la calle para que se pudiera pasear sin tropezar ya que la calle estaba cubierta con piedras embutidas en la tierra y que formaba un magnífico enlosado, que el tiempo y el “progreso” ha arrinconado.
Al oriscar, (atardecer) la banda de música iniciaba el concierto tradicional en la puerta de la Ermita, alrededor de la cual los chiquillos jugaban al coger y los un poco más mayores intentaban cortejar a la niña que le llenaba de ilusión.
El objeto principal de la fiesta era El Pirulito. Consiste en un palo clavado verticalmente en el suelo, (en pueblos de Huesca que visité por esas fechas también hacían una especie de pirulito, aunque se diferenciaban de los nuestros en que los jóvenes rivalizaban en ver cual era el más alto, éste quedaba donde lo habían plantado todo el año) que se viste de vegetales verdes y flores, como enredadera y adelfa, y se colocaba en su cúspide una bandera. En otros tiempos alrededor de él se hacía un baile en corro en el que los danzantes lanzan coplas (dardos musicales) hacia la persona amada, según se sintiera atraída por él o ella contestaba de forma agradable o lo contrario, para que dejara de hacerse ilusiones. En El Villar se ha conservado hasta casi finales del siglo XX.
Esta fiesta fue traída a la Cuenca Minera por las familias portuguesas que llegaron a ella para trabajar en las labores mineras y se asentaron en lo que se llamó el Alto de la Mesa, llamada en otro tiempo, no se por qué “Mesa Pino”. De una de estas familias se tomó el gentilicio de “Mojinos”, porque esta familia era conocida como los Mohinos.
En la mañana del domingo comenzaba la Sra. Irene a tocar la campana convocando a los vecinos para la santa misa. Esta era cantada por el coro que dirigía Carmen Mora (que santa gloria haya) y casi siempre se cantaba la misa de Perossi o de Pio X, en aquellos tiempos se cantaba en Latín y quizá por ello parece que eran más solemnes, parecían misas de catedral.
En cuanto a las distracciones y recreo para los chiquillos, y no tan chiquillos, tan sólo venían unos caballitos de tracciónhumana o de sangre”, unas cunitas con freno de mano, los zeppelines y las “rifas de los puros”, círculo de puntillas con una especie de balanza con un trozo de carta en uno de sus extremos que gira sobre un eje central rozando los puntillas hasta que se para, y donde se para ¡te ha tocado el premio!, en fin cosas muy rudimentarias, pero así era San Juan en el siglo XX.

En Zalamea cerca del San Juan del 2006. Pastor