La Feria 2009 arrancó en la noche de ayer martes con el Pregón Taurino a cargo de Juan Luis Romero Bolaños. Un evento que cada año colma el Paseo Redondo y sus inmediaciones para presenciar el anuncio de los festejos taurinos de septiembre. Juan Luis desde su atril defendió a ultranza la “Fiesta Nacional” y a sus aficionados para culminar con un Pregón que rozó lo espiritual.
“Brindo este toro de afilados pitones de prosa tanto a los taurinos como a los que están lejos de la Fiesta. A los primeros por la pasión que depositan en la defensa de los toros. Y a los segundos para que, aunque alejados de la misma, sean capaces de reconocer, o al menos respetar, los valores que en ella se plasman”.
De esta manera salió a los medios el pregonero para irrumpir en la noche zalameña. Juan Luis, tras unas palabras de agradecimiento a las autoridades y en especial a su presentador y amigo, Marcos García Núñez, quiso apechugar con la responsabilidad y echar la pata adelante para citar de frente al numeroso público que se había congregado en la Caseta Municipal. Bolaños quería desde el principio defender la Fiesta y trasladarnos a esos principios donde los niños soñaban con ser toreros “Es difícil; quizás imposible pero, ¡intentémoslo! Soñemos esa primera vez; rescatemos la experiencia primera de las corridas de toros”. En su intento nos invitó a recordar esos años de la infancia, donde todo era mágico y cuando el ferrocarril era un afluente de aficionados ávidos de los festejos zalameños “Revivamos ese momento en el que veíamos la banda de música, o la charanga dirigida por Bernardino, salir de entre casetas allí en la plaza. Recordemos esas mañanas de manifiestos en los que se presentaba el material para la tarde. Traigamos al presente esa imagen de areneros formada por Jiménez o Juan “El Sarmiento”, y esas mulillas de Norberto, ahora conducidas por Carmelo; o aquellos ríos de gente que descendían desde los trenes en la Estación Vieja…”.
Debido a sus estudios de Filosofía, el Pregonero elevó el toreo a un mudo metafísico, donde lo etéreo y terrenal confluían para componer una escena espiritual entre el toro y el torero “el toreo se muestra como una gran escuela para la vida, basada en un lema clásico: parar, templar y mandar. Mandar, sobre todo mandar. Pero para mandar, hay que tragar”.
Una vez que Juan Luis nos introdujo a todos/as en la Plaza, nos proclamó la Fiesta para desgranarla desde sus comienzos, evolución lenta pero contundente que ha servido para ilustrar páginas de historia y como fuente de inspiración a numerosos artistas “¡Pues sí, señores! ¡Un arte! ¡La fiesta de los toros es un arte! Un arte que conforma la silueta espiritual del pueblo español, y que lo cala hasta lo más profundo sirviendo de fuente de inspiración de otras artes. Decir “España” es decir “toros”. Esa “piel de toro”, como llamaba el geógrafo griego Estrabón a España, huele, sabe, ve, oye y acaricia a toro.”
Para finalizar, Juan Luis quiso salir al paso de los continuos ataques que está sufriendo la Fiesta Nacional, a la que tachan de cruel “Una crudeza que embellece la realidad que la experiencia del toreo quiere, y a su modo consigue, manifestar: la muerte como destino y riesgo aceptada por un torero que, basándose en su inteligencia y en la técnica que ésta le proporciona, afronta la lucha contra la bestia con la finalidad de crear arte.” Bolaños prosiguió en su discurso “Hay quienes piensan que esta práctica es de bárbaros. Así, defienden la abolición de las corridas de toro, puesto que se trata de un espectáculo inmoral. El maltrato del toro consumado en su muerte no deja de ser una práctica inhumana e inmoral, dicen. Ahora bien, teniendo en cuenta que la especie del toro bravo es una creación humana, basada en la paciente y sabia labor ganadera, estos detractores de la Fiesta deben responder al siguiente dilema: o se salva a la especie o se salvan a los individuos que la forman".
Para finalizar, Juan Luis quiso expresar su orgullo de aficionado en los tiempos que corren e invitó a los congregados para que se sintieran participes de una labor heredada y que tiene que perdurar por el bien del Patrimonio local y nacional "El toreo tiene una serie de valores propios: valentía, aguante, creatividad, belleza, compañerismo, competitividad, que es necesario que los aficionados pongamos en valor. Por esto es un orgullo ser de Zalamea, un pueblo humilde pero aguerrido en la defensa de sus tradiciones, entre las que se encuentra la Fiesta Nacional".