Hace ya semanas que la población infantil y juvenil (acompañada de no menor número de viejas glorias poblacionales) de Zalamea no deja de escudriñarse los sesos intentando buscar leña para crear la pira más elegante, elevada e inflamable de las muchas que adornarán Zalamea en la noche del 7 de Diciembre.
Hoy traemos aquí el relato de una de las candelas que adornaban uno de los lugares más apartados y olvidados de nuestro viejo pueblo: la Estación Vieja. De boca de las hermanas Lazo extraemos este escueto pero emotivo recuerdo lleno de añoranza.
A la pregunta ¿Cómo eran las candelas en la Estación Vieja? Saltan todas al unísono: “ ...preciosas, las mejores de Zalamea...”, como si esa sana rivalidad entre los creadores de estas enormes hogueras en honor a la Purísima perdurara a través del tiempo y de los recuerdos
La década de los 50 del extinto siglo XX corría por el reloj de Zalamea, y en el apartado pero viváz recinto de la ya demacrada Estación Vieja la vida y las tradiciones de este añejo pueblo seguían desarrollándose. “... estábamos deseando de salir de la escuela de Doña Francisca y Doña Evangelina para ir a los montes en busca de la jara...”. A ello añaden, con la cara iluminada por el recuerdo de la infancia “llenábamos el corralón de casa con la leña recogida desde dos meses atrás , esperando que llegara el día 7 para que papá (Reyes Lazo) montara los haces de leña hasta coronarla, con la ayuda de una enorme escalera, con el último fajo de jaras".
En el llano que existía delante de las destruidas cocheras se montaba la Candela de la Estación Vieja. “...hasta que no veíamos el humo de las candelas en Zalamea, mi padre no encendía la nuestra. No siempre escuchábamos la campana de la torre, así que cuando se iluminaba la gran candela del matadero, comenzaba a arder la nuestra...” La señal llegaba con minutos de retraso a esta zona “...era la última candela que se encendía en Zalamea” Y una vez alzado el fuego a los cielos, comenzaba también la fiesta para los muchos curiosos que llegaban de otras partes de la zona “...la gente del tren , al ver aquella candela, se bajaban por unos minutos para acercarse al fuego y disfrutar de su calor y de aquel momento mágico... venían, sobre todo, de Valverde...”
Una vez quemadas las pocas “jachas” que encontraban, comenzaba el baile del corro alrededor de la pira “... allí no teniamos ni costillas, ni chuletas, ni chorizos para asar (que más hubieran ellas querido), pero si muchas ganas de jugar y de pasarlo bien”
Al terminar el fuego, tocaba retirarse a descansar y a resguardarse del inhumano frío de aquellos inviernos “...hasta la mañana siguiente, cuando, nada más despertar, nos asomábamos a la ventana a ver si aún la candela echaba humo...”