martes, 25 de septiembre de 2007

La Berrea, un grito a la libertad

Las primeras lluvias de septiembre son, para muchos animales, toda una bendición del cielo. Y para algunos, como los ciervos, suponen el despertar de sus instintos más profundos, los de la procreación. Por dehesas de encinas y alcornoques, entre jarales, retamares y jaguarzos, imponentes venados machos comienzan estos días, todavía tímidamente, a entonar sus potentes bramidos amorosos.

Al caer la noche es muy frecuente ver a muchos zalameños deambular por el campo esperando escuchar al “rey del bosque”. Pasando El Villar, el término zalameño cuenta con muchos puntos propensos al hábitat del ciervo. “Carrizo”, “El Toril”, “Cañalegüas” y las inmediaciones del “Puente de Calañas”; son los lugares elegidos por la mayoría de los aficionados a la naturaleza habidos de escuchar los desgarradores berridos nocturnos.

Ayer nos acercamos un grupo de amigos a los lugares antes mencionados para disfrutar de las excelentes condiciones climatológicas que presentaba la noche. 22 grados a la 01:30 horas y una luna casi llena, hacían que el paseo por estos maravillosos parajes fuera una auténtica delicia para los sentidos. El silencio se apodera por unos momentos de una intensa espera y los movimientos, para no interrumpir la magia, se limitan en su totalidad. La noche nos despliega su encanto para mostrar una naturaleza viva, llena de sensaciones e incertidumbre. Una oscuridad inquietante se rodea de frondosas manchas de matorrales y arboleda, emitiendo berridos que suenan como un lamento. A medida que el frío y la humedad vayan en aumento, nuestros campos, se irán llenando de esos sobrecogedores reclamos y de los no menos espectaculares entrechoques de cornamentas con los que los machos defienden sus picaderos. La frecuencia y duración del bramido está directamente relacionada con su capacidad de lucha, por lo que la mayoría de las veces es suficiente para evitarla. Las ciervas, aunque pueden ser montadas por varios machos, tienen preferencia por los que más braman. Pero tanto es el desgaste físico y psicológico que este anual flirteo les provoca, donde todo se les va en gritar y casi nada en comer, que algunos mueren agotados. Otros caerán victimas de la caza furtiva y descontrolada. Los cerrados y alambradas limitan los movimientos de estos grandes herbívoros, por lo que los venados terminan siendo criados como rebaños de vacas y fusilados en monterías escasamente deportivas, pero muy lucrativas para sus promotores, donde los animales no tienen posibilidad de escapatoria. Quizá por eso gritan tanto. Gritan libertad.