El Miércoles Santo se abre cuando el sayón de la sinrazón condena al Cristo Rey para que inicie su penitencia como Cautivo por las calles de Zalamea. El blanco roto de su túnica impoluta se broncea con el ocaso primaveral que inunda de esperanza la recacha de un Templo abarrotado de gentío y expectación. A sus pasos, el Mayor Dolor de una madre mecida al consuelo de su cuadrilla, se perfila para encauzar el camino del calvario al son de “Don Justo Ruiz”.
De esta manera arrancó la Semana Santa zalameña en el día de ayer, con un miércoles gélido y con el triunfalismo clásico de la salida a la calle del Señor de Zalamea vestido con su túnica blanca y las manos atadas. Especial significado, tubo la presencia del Cristo de Manolo “El escultor” por primera vez tras fallecimiento del artista zalameño el pasado mes de enero. Su obra cumbre irrumpió, cual penitente, para desfilar con esa dulzura infinita que emerge de la cuadrilla que lo eleva a los cielos para presumir de imagen y sentimiento.
Relevancia, a su paso por El Caño en su confluencia con D. Juan Díaz; donde una multitud de miradas acompañaron un desfile que emergió para extenderse en una longitud velazqueña prendida en velas. Al fondo, la candelería encendida iluminó el rostro de Ntra Sra de los Dolores que, tras el proceso de restauración al que ha sido sometida, lució espléndida a su paso por el Jardín.
Otro punto candente del Miércoles Santo, se proclamó con la entrada de los titulares al Templo por el Paseo Redondo; un momento cumbre e inigualable con la Torre iluminada al fondo que hizo centellear los flases de la máxima afluencia. A destacar el estreno que la Hermandad ha realizado con los cuatro faroles del misterio y 6 jaras del palio.