Taciturna su presencia en las tinieblas de Zalamea, entre lucernas y cal su perfil dibujado, surgía vigilante de entre las sombras nuestro simiesco vigía de la calle clavel. Centinela de nuestra torre en la nocturnidad del pueblo, las más vivaz de las chinescas sombras de este rincón del mundo, hacía que en las noches de estío los buscadores de mágicos recuerdos se agolparan en esta boca de la calle Hospital en su deseo de observar la hierática figura del virtual primate.Ahora, nuestra psique tendrá que dejar de soñar con susodicho juego de luces y sombras asombrosas. La más que necesaria y aplaudida renovación del alumbrado público se ha llevado al limbo de las sombras chinescas a nuestro querido sueño antropoideo de las encaladas paredes zalameñas. Ahora nos toca imaginar otros mundos más allá del tungsteno. Seguiremos buscando por los escondrijos de cada calle de nuestro pueblo una sombra aliada al volframio que nos dibuje nuestro mono real de la calle clavel. Sigue saltando por los tejados en la lobreguez del estio.