viernes, 11 de septiembre de 2009

Tu verano...

No me resulta fácil describir en esta escueta redacción, solo las aventuras de un verano de mi vida, muchos recuerdos tengo acumulados de toda mi trayectoria; son ya 62 veranos a mis espaldas. He tenido una vida bastante intensa, mis recuerdos de veranos son de una amalgama de cosas y sitios. Tengo en mi recuerdo muchas vivencias y anécdotas, he recorrido bastante mundo, he vivido multitud de experiencias y he conocido a mucha gente. Pero no se como enmarcarlo, porque todos los seres humanos tenemos nuestras vivencias, la importancia que cada cosa que yo pueda contar es muy relativo a la sazón de los demás.

Entre todos los recuerdo de veranos que yo tengo (que son muchos como antes me refería) me quedo con los de El Villar cuando yo era jovenzuelo. Es un recuerdo imborrable.- Mosqueando por aquellas callejas en la hora del mediodia, cuando el calor aprieta al máximo, hurgando en los avisperos (mira que ocurrencia de los zagales) ahora pienso como es posible, con el calor que hace en esa zona del Andevalo, en los meses de verano, no queríamos dormir la siesta de ninguna manera, siempre tratando de hacer alguna diablura, espantando a los ganados, bañándonos en el pilar o en la rivera, enterrando en paja a algún hombre de noche en la era. Recuerdo a mi tía Leona (persona muy querida en mi familia), con una vara de acebuche buscando a José el Curro por aquellos ejidos, nos gustaba andar subido por los paredones, son imágenes imborrables de nuestra niñez.

Contaré algunas anécdotas más.- Nos gustaba siempre hacer travesuras, apedrear a los gatos y perros. Siempre y no se porque especial motivo, el Pilar y la Fuente pública era un punto elegido de reunión.- Junto a éste mismo Pilar nos subíamos a la pared de la Cerca de Daniel Rabadán y él desde la Calleja de la Nórica nos daba voces con ese torrente acústico que tenía (a nosotros nos causaba sisas). La burra de la Rafaela (de Juanillo), que con frecuencia andaba por aquellos ejidos, aprovechando la ocasión de hacer la gracia, le metíamos una cardincha de espino debajo del rabo (esas cosas eran nuestras diversiones).

A la sombra del rincón de la puerta de la Marina de Cipriano, teníamos el vicio de hurgar en los nidos de araña, que tenían especie de unos tapones.- Marina, se asomaba por el postigo y nos veía hurgar.- “Canallas que me caen mi casa” y salíamos corriendo.

En un verano, sobre el año 1.955 aproximadamente, a la hora del medio día cuando los albañiles de una obra se iban a comer, nosotros nos acercábamos para curiosear.- Recuerdo que a Miguel (Pacho) le dio un apretón de vientre y se le ocurrió verter sus desechos intestinales en un cubo de la obra.- Cuando llegaron de nuevo los operarios y vieron el obsequio que contenía el cubo, Manuel (Copón) por cierto era el peón, y montó una quimera tremenda.- No paró hasta descubrir quien había sido. Salió en busca de Miguel, y se llevó años tratando de echarles mano. Y entre estas cosas y parecidas transcurrían los meses de verano en El Villar.

Nuestra mente es una gran receptora, y en ella se van acumulando cosas que ahí están claro. Luego tengo otras vivencias de signo muy contrario y en lugares diversos, que tambien son gratas recordar. Pero prefiero recordar las cosas de mi niñez en El Villar.

En esos tiempos, en El Villar no había luz eléctrica, ni teléfono, ni agua corriente en las casas, ni radio y TV, todo era escasez y carencias; (como en todo el país) pero la gente y la juventud era sana, le teníamos un gran respeto a los padres, los tíos y mayores.- Esos valores estaban muy asumidos.- Por desgracia nos hemos quedado sin moral, a pesar de tanta técnica y tanto adelanto, el hombre de hoy es menos sensato.

Eran simples travesuras, no había malicia en los actos de los jóvenes. Hoy el mundo es un lugar hostil y engañoso donde prevalecen las apariencias frente a la virtud y la verdad. Más vale a veces la sabiduría popular de las Aldeas que los conocimientos académicos.

Huelva, 2.009.
Cosas de El Villar, Emilio Gómez Calvo.