miércoles, 2 de febrero de 2011

Ermita de San Blas



Es la única ermita extramuros de Zalamea. Se encuentra en el camino de Zalamea a Sevilla por el lugar llamado Huerta de la Pólvora, hoy parte de esta vía pecuaria está desaparecida. En un principio albergó a Ntra. Señora de Ureña hasta que fue destrozada en el expolio de 1936 y hoy alberga a la imagen por la que es conocida y se venera, San Blas.

Se trata de un edificio de nave única, dividida en tres tramos mediante arcos transversales rebajados, que sostienen una simple cubierta de madera a dos aguas, y presbiterio de planta cuadrada, cubierto con bóveda de media naranja sobre pechinas, en cuyos ángulos aún son visibles arranques de nervaduras. En el lado izquierdo se adosa una pequeña sacristía junto a otras dependencias añadidas recientemente.

La fachada principal consta de un vano adintelado entre pilastras y se remata con una pequeña espadaña de un solo vano. Está construida sobre los cimientos de un templo romano y los grandes sillares que se han reutilizado en su construcción dan testimonio de ello. La presencia de estos sillares de piedra en el entorno parecen indicar la existencia de un antiguo edificio romano, sobre el que pudo haberse edificado la actual ermita, cuya primera referencia documental data del siglo XV, aunque la apariencia de edificio corresponde estilísticamente a la primera mitad del siglo XVI.

Las primeras noticias de esta ermita son del siglo XV. En el terremoto de Lisboa, 1755, sufrió grandes daños y se reconstruyó en 1775.

En la hornacina central de un retablo realizado con restos de otros retablos del siglo XVII se colocó a San Blas, con el cuerpo del siglo XVII y las manos, cabeza y policromía las realizó Manuel Domínguez en los años cincuenta, aproximadamente. Había una costumbre, que se ha perdido, que consistía en guardar la primera salchicha que se hacía en la matanza casera junto con una “ensartá” de bellotas para comerlas al amparo de los huecos de los contrafuertes huyendo del frío.

En los terrenos de su entorno se ha celebrado, “desde siempre”, una romería a la que acudían los vecinos pertrechados de viandas para pasar el día entero.

Especialmente las encargadas de “aguantar” a la chiquillería eran las abuelas que preparaban las cestas para toda la familia.

Se celebraba la santa Misa en la que se bendecían los cordones a los que se le atribuyen “poderes” curativos de los males de garganta, así como el aceite de la lamparilla, que a los pies del presbiterio se coloca para que los fieles se unjan la garganta y recojan en algodones aceite para tener en casa como medicina preventiva.

Hace años, después de la misa y antes de la comida del mediodía se jugaba al corro y otros muchos juegos, que ya casi se han perdido. Realmente no tiene el ambiente que tenía en otros tiempos dado que los alumnos han de ir al colegio y no pueden acudir desde la mañana a la fiesta. Hubo un tiempo en el que la imagen se paseaba en procesión por el recinto. Al regreso hacia el pueblo había una costumbre un poco anti ecologista, consistía en ir quemando los “sarguazos” y aulagas que se encontraban en el camino, rivalizando con los vecinos de los otros pueblos limítrofes que volvían andando hacia ellos para ver quien quemaba más cantidad. (nunca se originó un incendio masivo).

Amigos del Patrimonio de Zalamea la Real, 1 febrero 2011.
Texto: Pastor Cornejo Márquez

Fotos: APZLR