El fresco en verano
Yo nací en el Carrascal, el sitio con más vista de Zalamea, y donde se toma mejor el fresco.
Cuando era pequeña, recuerdo como las madres tomaban el fresco con los niños mientras las niñas jugábamos al escondite, a la comba, al corro, a las prendas, a piola, a los “bolinches”,… lo pasábamos bomba mientras esperábamos el tren de las doce, en el cual venían los padres del trabajo, así noche tras noche, esas eran nuestras diversiones.
Ya de mayor, cuando tenía mi novio, me sentaba al fresco con él. Los domingos eran nuestro día de salida, recuerdo que íbamos con ellos todas las amigas a la carretera pero a las diez teníamos que estar en casa.
En verano íbamos a la plaza, paseos arriba y paseos abajo, lo único que hacíamos era gastar suela de zapatos, aunque a veces si había dinero íbamos al cine, pero eran las que menos.
Hablando del fresco, todavía en El Carrascal, Mascardó, en el altozano y calle Huelva siguen tomándolo.
Dolores Pascual Sabido
Yo nací en el Carrascal, el sitio con más vista de Zalamea, y donde se toma mejor el fresco.
Cuando era pequeña, recuerdo como las madres tomaban el fresco con los niños mientras las niñas jugábamos al escondite, a la comba, al corro, a las prendas, a piola, a los “bolinches”,… lo pasábamos bomba mientras esperábamos el tren de las doce, en el cual venían los padres del trabajo, así noche tras noche, esas eran nuestras diversiones.
Ya de mayor, cuando tenía mi novio, me sentaba al fresco con él. Los domingos eran nuestro día de salida, recuerdo que íbamos con ellos todas las amigas a la carretera pero a las diez teníamos que estar en casa.
En verano íbamos a la plaza, paseos arriba y paseos abajo, lo único que hacíamos era gastar suela de zapatos, aunque a veces si había dinero íbamos al cine, pero eran las que menos.
Hablando del fresco, todavía en El Carrascal, Mascardó, en el altozano y calle Huelva siguen tomándolo.
Dolores Pascual Sabido