Escribiendo estas líneas se me viene a la memoria las palabras pronunciadas por Manuel Cirilo en el acto de presentación del disco del folklore, cuando arrancó el discurso con el recordado…”muchos se preguntarán ¿que hace el cura aquí?”. Nada más y nada menos que vino a exponer la cara más dulce de nuestro pueblo, esa que no necesita de grandes congregaciones para que se pueda realizar, y que durante tantos años viene haciendo una gran obra social. Su intervención vino a significar la gran solidaridad que alberga el pueblo de Zalamea la Real. Actos altruistas como los del sábado, por un lado la recaudación de las ganancias del teatro con las entradas y la venta de los discos en beneficio de Cáritas; y por otro lado, el gesto que, por segundo año consecutivo, ha tenido el pueblo con los niños/as autistas; son el reflejo de una sociedad copartícipe de las buenas acciones.
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Encuentros como el que se hizo el pasado sábado, sirven para que los niños cambien su transcurrir rutinario y amplíen sus ámbitos locales en pro de su adaptación a la sociedad que los rodea. Para ellos, montarse en un autobús, conocer un pueblo distinto, establecer contacto con personas desconocidas, y por qué no, darse un paseo en un tren turístico, es un paso adelante muy importante para sus vidas, y los beneficios son mayúsculos. El trabajo que, desde hace dos años, vienen realizando personas como José Mª Perea, Fernando Romero, José Mª Serrano y Epifanio García, están respaldados por un buen número de personas solidarias que, desde sus humildes negocios, o desde sus asociaciones, respaldan sin tapujos estos movimientos que se hacen en el pueblo.
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La jornada, tras un paseo por calles de Zalamea en el Tren Turístico, finalizó en la Casa Hermandad de “El Romerito”, donde, desde bien temprano, voluntarios y miembros de la Asociación Gastronómica habían preparado un almuerzo para acoger a los niños/as y sus padres. Para rematar el acto, se hicieron entrega de unas placas, tanto al colegio por el 2º Encuentro, como al “maquinista” del tren. Al recoger la placa, Juan pudo leer una frase muy concluyente…”Nunca un tren albergó tanta alegría”.