martes, 16 de diciembre de 2014

¡ Compra en el pequeño comercio de Zalamea y ganamos todos !

Navidades, sanvalentines, día del padre, de la madre, onomásticas o cumpleaños, son fechas en las que el consumismo es el dueño y señor de una sociedad abandonada al despilfarro con la más curiosa enfermedad moderna: la de comprar compulsivamente. Ya sabemos que una buena parte de esta población, tan proclive a pensar en lo que los medios de propaganda consumista (casi todos) le obligan a pensar, se gasta lo que puede o no puede.

Con el dinero gastado en estos fastos, el hambre en el mundo sería cosa del pasado. Hay datos que prueban que se puede gastar el dinero de forma menos desastrosa que comprando cosas realmente no solo innecesarias, sino caprichos que duran mientras dura el acto de pagar y llegar a casa, estar con el aparatito comprado un poco de tiempo y, a otra cosa, mariposa.

Mariposear entre los grandes almacenes o mastodónticos centros comerciales, (¡Compra en el pequeño comercio de Zalamea y ganamos todos!) es una droga que se empieza a consumir lentamente, para acabar sin poder pasar sin ella. Y ahí entran todas las capas sociales, cada una en la medida de sus recursos económicos.

Con los datos del despilfarro de una economía tan acaudalada como dicen de los propios norteamericanos, se podría conseguir un derecho básico como es el suministro de agua potable a todo el tercer mundo. Tal como señala la Organización Mundial de la Salud, "costaría 190.000 millones anuales durante un lustro reducir a la mitad la cifra de los millones de personas que sufren carencia de agua". Parece mucho, pero eso no sería problema si se contase con los cientos de miles de millones anuales que se escapan de las Haciendas Públicas hacia los paraísos fiscales tipo Suiza, ese hermoso país que solo acepta "inmigrantes" millonarios, que viven tan neutrales riéndose de las desgracias ajenas.

Pero no solo los suizos y demás buitres económicos son culpables de todo; terminar con el hambre en el mundo, según las Naciones Unidas, costaría unos miles de millones paliar el hambre de los mil millones de personas que sufren la insufrible falta de alimentos. Pero claro, ese dinero se derrocha comprando on line o in situ regalos y más regalos. 
Tres cuartos de lo mismo pasa con el analfabetismo (en Estados Unidos, uno de cada cuatro personas no sabe que la Tierra gira alrededor del Sol). Como vemos, no parece tan difícil terminar con los problemas de este perro mundo. Los gobernantes son los principales culpables, pero no podemos olvidar que en alguna medida todos somos culpables.

Vicente Toti

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