domingo, 24 de mayo de 2009

Mes de María,… mes de las flores

Los que peinamos canas, algunos alisan calvas, y tenemos ya la maleta hecha esperando detrás de la puerta, cuando llega el mes de Mayo nos vienen a la memoria unas vivencias que, no se por qué, se han ido diluyendo sin que nadie haya querido poner otra vez “en valor”, como se dice ahora. El otro día hablando con el amigo Antonio Vázquez me recordó ésto que ahora cuento.

Cuando llegaba el mes de mayo, era la fecha más o menos en que muchas familias se marchaban al campo, donde los niños (¿tengo que poner niñas también o se sobreentiende que solas no se iban a quedar en casa en el pueblo?) podíamos tomar del sol las vitaminas que nos faltaban y que teníamos que tomar con los alimentos, alimentos de los que se carecía y éstas (las vitaminas) eran administradas con el aceite de hígado de bacalao u otras formas, en fin que nos íbamos al campo, y se acabó puñetas, que te lías más que un gato con una madeja de lana. La verdad era que el campo estaba precioso, ¡a ver como que era Mayo!, el mes de las Cruces.

En la casita de campo, porque entonces no había “chaletes”, nuestras madres nos ponían, en la cantarera u otro habitáculo, el altar dedicado a la Santa Cruz. Los que tenían más habilidad hacían una cruz de dos trozos de palos de alcornoque y otros la hacían de varas de “camonitas”.

Las sufridas madres nos mandaban a buscar a “las esterqueras” (entonces no había contenedores) unas latas de leche condensada viejas, porque las que usábamos para tomar el café “migao” no las íbamos a usar. Estas latas eran para ponerles flores a la Cruz y a la Virgen.
En el pueblo la cosa variaba se celebraba más el mes de María. Tanto en la Iglesia como en las Escuelas, (ahora se llaman Colegios) se ponían altares dedicados expresamente a la Virgen. Las maestras (¿hay que poner también maestros?) preparaban a los mejores declamadores (yo nunca fui buen declamador) para por las tardes, en la Iglesia, deleitar a sus padres (o tengo que poner progenitor A y progenitor B) y demás familias con los encantadores versos que habían preparado en la Escuela. El altar Mayor era una “explosión” de la Primavera cubierto con las azucenas, blancas como “la nácar” que traían de la huerta de D. Antonio, padre de mi amiga Caridad, esposa de mi amigo Ricardo. Con el tiempo y otras circunstancias… se fueron perdiendo estas celebraciones dedicadas a la Virgen María, sin pensar que sin Ella, vuelvo a repetir, como dije en otro escrito, toda la vida de Jesucristo no hubiera ocurrido… pero en fin “ellos allá”.

Al terminar las ceremonias todos cantábamos, al salir, estas estrofas, que si las analizamos bien veremos que no hay que tener tanto miedo al Crucifijo, ni a Ella, para desterrarlos de nuestra vida cotidiana… Otra vez… “ellos allá”.

Adiós madre, adiós Virgen querida,
otro día esperamos volver,
a ofrecerte las más bellas flores
de Esperanza de Amor y de Fe.

Pastor, en el mes de María del 2009.

P.D.
Otro día escribiremos de por qué en las casas de campo, antiguamente, había pintada una cruz en color añil o rojo en la parte superior de la puerta principal.