jueves, 17 de noviembre de 2005

Nuestras piedras

Me gustaría hablar de vez en cuando, de los problemas, eventos, temores, posturas y pensamientos que surgen en la aldea de El Villar. Lo expondré “subjetivamente” pero intentando no entrar en polémicas. Tan solo quiero plasmar el sentir de una gente, la de mi aldea, con mayor o menor trascendencia.

Hoy me centro en algo que está a punto de suceder y que tiene a todos los villarejos preocupados. De las siete calles que la comprenden, piensan arreglarnos una: La calle Abajo. El miedo no es que la arreglen, al contrario, estamos deseando. El temor es que nos quiten las piedras típicas que aportan un sabor rústico y acogedor que tantos años llevan con nosotros (desde principio de siglo) Y es que en la mayoría de las casas, un mosaico de piedras negras y blancas adornan la entrada, embelleciendo el lugar; casas como la de los padres “del gordo” que tienen las iniciales FG de su abuelo Francisco Gómez o por ejemplo la puerta del “tío Manué”, que tiene una copa porque antiguamente fue el bar de “tío Jesús”. Por una parte las piedras aportan unas temperaturas agradables en las calurosas tardes de verano. En contraposición, la calle de El Coso, con un simple encementado trasmite temperaturas insoportables. Otro de los beneficios de las piedras lo encontramos en la estética rural y añeja que genera, sobre todo, ahora que tanto hincapié se está haciendo con el turismo rural para cuidarlo y ensarzarlo. Yo no soy quien para exponer soluciones pues a mi no me compete darlas, solo puedo contar las cosas y pensar que todo tiene solución si se hablan.



M.C Gómez