Potaje de garbanzos
Gran Vía, cafetería Gran Vía, frente a Diputación, 14,00
horas. Después de los largos paseos de
la semana por las calles de Huelva, una tapa de potaje de garbanzos (un plato,
mejor dicho) y una cerveza. Se acerca el limpiabotas, le digo que no gasto; me
dice que tiene que ganarse la vida para comer; le invito, se sienta y nos
comemos cada uno nuestro potaje con pan y cerveza. Fue marinero e hizo la mili
en la Marina. Habla de lo mala que está la cosa, que es culpa de los
inmigrantes que vienen a nuestro país, y le corto. Amigo, hay millones de
emigrantes españoles en distintas partes del mundo; los culpables no son ni los
de la Diputación de ahí enfrente, ni los de más allá: Ayuntamiento o Delegación
del Gobierno, sino la gente humilde que traga con ser esclava de los dueños de
todo: los dueños de esos tres entes que le he mencionado y que son simples
administradores, encargados o capataces de los dueños de todo. Nos despedimos,
nos estrechamos la mano, le digo que suerte. Suerte. A la altura de la
cafetería La Ría, un hombre bien trajeado me para, abre su carpetita y me dice
que me va a dar algo que me dará suerte y me hará feliz. Le digo una frase muy
popular: no gracias, soy ateo por la gracia de dios. No se da por vencido;
veinte minutos tratando de convencerme y yo de poner a prueba mi santa
paciencia. Insiste en leerme un pasaje de la biblia; le digo que me la sé, pero
insiste; le dejo: me explica como en esa biblia se dice que las religiones son
unas prostitutas. Menos la vuestra, claro, contesto con sorna. Y le pido ¡tiempo!
para mí; le recuerdo un par de pasajes que no están en su libro mágico: “La
religión es el opio del pueblo” de un tal Carlos y “Ni dios ni amo”, el titular
de una columna mensual escrita por Benito Rabal (hijo de mi amigo Paco Rabal
que en paz seguro que descansa). Veinte minutos dan para mucho. Él sigue
diciendo que el mundo será feliz, muy feliz (si les seguimos a ellos, claro), y
le contesto que los corderos son felices detrás de su pastor, hasta que les
toca pasar de corderos a chuletas.
Vicente Toti
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