A pesar de la que cayó y de las inclemencias que está produciendo la pertinaz crisis económica, la finca zalameña acogió a una gran multitud de romeros y romeras para festejar una de las fiestas más señaladas del calendario anual.
El viernes despertó esplendido, la luz aterciopelada que marca la primavera veló con tono preciosita un pueblo ávido de fiesta. Su barrio alto ya estaba predispuesto para acoger a la multitud, cuando los cohetes rompían en el azul de la tarde.
Sones del tamboril, flauta y colorido para recibir a la Divina Pastora que, bastón en mano, quería peregrinar con su pueblo hasta la finca mariana.
Lucía el Sol y corría la brisa sureña cuando las carrozas enfilaban, desde las crucecitas, un campo regado que lucía con todo su esplendor; qué primavera.
En el Pilar Nuevo, parada obligatoria; Fiesta, baile y júbilo en las horas previas a una fiesta grande e intensa.
Con la llegada al santuario de la gran Cruz, la muchedumbre se esparce para rellenar cada rincón de la finca; horas de descanso y encuentros. En el interior de la ermita se rezan plegarias y se coge el romero que acompañará durante toda la fiesta.
La noche cubre el encinar para aguardar junto a la lumbre en compañía de los amigos, tradición que se va perdiendo con el paso del tiempo. En la actualidad, las casas y casetas han transformado una romería que no debe abandonar su parte bucólica y tradicional.
Despierta el sábado y la finca acoge el paseo de caballistas y enganches para comenzar el peregrinar por las distintas reuniones. Una tradición que exalta la avenencia de un pueblo por la convivencia.
A media tarde, las panzas de burra en el cielo presagiaban el agua anunciada, momento para apuntalar los toldos y prepararse para continuar la fiesta cobijados de una lluvia que dio al traste con el Santo Rosario por los carriles de la finca. Finalmente la organización decidió celebrarla en el interior de la ermita.
El domingo, cual pintura dibujada, relució esplendido a la hora de la Santa Misa Romera. Manuel Cirilo, tras su viaje de estudios en Roma, tuteló la Liturgia desde su altar mariano para congregar hermandades y devotos. Desde el escenario de la Cruz, la evocación tradicional de los bailes zalameños se unió con los sones innovadores de Trémolo.
Por la tarde, y con un cielo negro cuita, comenzó la Puja por la Medalla de la Divina Pastora y la Puja por la Mayordomía 2011. Para amenizar el acto, las niñas de la Academia de Baile Mª Cruz actuaron sobre el escenario para dar constancia del amor que tienen los más pequeños por seguir conservando las tradiciones y su nivel de compromiso. Al finalizar la puja, paradojas del destino, los padres y Mayordomos 2010, veían como su hija Inma y su yerno Antonio se harían con las varas en El Romerito 2011. Una familia que tendrá el año que viene continuidad en la mayordomía y que han querido, de esta manera, que la fiesta no decaiga.
A la vuelta del lunes, y viendo las previsiones meteorológicas, la Pastora tuvo que hacer el camino de vuelta protegida en un camión hasta su ermita de San Sebastián. Un animado grupo de romeros acompañaron a su Simpecado hasta Zalamea para consumir las últimas horas de una romería que, con crisis y agua, lucio con luz propia.