Serían las nueve de la tarde-noche, y el crepúsculo vespertino empezaban a expandirse por los campos aledaños a Valverde. Los malos espíritus de la noche comenzaban a despertar y se aprestaban a enseñorearse del ambiente cuando el “ruido” de los cohetes les hizo reaccionar, y apartarse de un grupo de Rocieros que desde las primeras estribaciones de la Sierra, Zalamea la Real, llegaban a Valverde después de recorrer caminos muy distinto entre jaras “saguarzos”, encinas y carrasca, para junto a la Hermandad de El Roció de ésta, llevarle los saludos de aquella Virgen chiquita que los serranos tenemos en lo alto de la peña de Arias Montano, y junto a ella se encargan de protegernos de las vicisitudes y quebrantos.
Sones de sevillanas se comenzaron a oír, y más ruido de cohetes, cuando la comitiva, a la altura de La Casa Dirección, enfila sus pasos hacia la Ermita de la Hermandad, madrina que cada año la lleva de la mano enseñándole el camino, cual madre que orienta a su hijo, hasta postrarse ante la Reina de la Rocina.
Suena el tamboril, rasguean las guitarras y las gargantas se rompen entonando sones que recuerdan al pueblo de donde proceden, nombran en sus coplas a su Patrón San Vicente y lugares de su pueblo. ¡Ya está ahí Zalamea! El campanil de la ermita no deja de sonar y los vecinos se agolpan en el altozano, y los bordes de la carretera para darles la bienvenida a este, hoy pequeño, grupo de peregrinos y romeros. Con esfuerzo y tesón este grupo de Zalameños están consiguiendo el que los actos del camino comiencen con su entrada en Valverde, y el magnífico recibimiento con el que se les acoge.
Miembros de la Junta de Gobierno de la Hermandad esperan en el dintel de la puerta, ante la carreta del Simpecado, varas de presidencia en mano, para hacerle los honores de recibimiento; una vez ante ellos se abren como invisible puerta para que puedan acceder hasta llegar a los pies del carreta donde depositan sus corazones y deseos, unos de promesas y otros de agradecimiento a esa Virgen que en momentos de apuro los acogió bajo su manto, y allí dejan los ramos de flores que para ella portan. Siguen las sevillanas fundiendo voces de la sierra y el llano y el clímax de la emoción llega cuando el tamboril inicia la Salve Rociera que Pareja Obregón, en su momento, escribiera dentro de su Misa Rociera; las voces van ascendiendo al cielo como volutas de incienso y se van confundiendo en las alturas con las brumas de la noche. Suenan los vivas, y tras ellos se va haciendo el silencio, precursor de un amanecer glorioso para empezar un nuevo caminar que los lleve hermanados hasta el momento feliz de encontrarse con ELLA.
En Zalamea la Real, en el Rocío del 2010. Pastor.