martes, 21 de diciembre de 2010

¡Escrito!

Pastor, diciembre del 2010

Es seguro os preguntareis por el título tan raro, pues bien ahí va la explicación: Estaba escribiendo sobre otro de los muchos sucedidos de los que Zalamea es capaz con la gala que en el Ruíz Tatay pudimos gozar.

Para mí no era nuevo alcanzar el logro de lo que allí íbamos a gozar, ya que de la representación masculina tenía sobrado conocimiento de sus dotes como intérpretes de la canción, sólo si me causó una impresión muy favorable las facultades tan fabulosas tanto de canto como de expresión del chiquillo de Manolo “El Cesáreo”, así como de las dos mujeres que formaban parte del cuadro de figuras.

Sabía que tenía que cantar como lo hacía su madre, hasta que el paso del tiempo y la falta de práctica llevan a comenzar a pasar factura de las cuerdas vocales. Cuando Rocío arrancó le dije al vecino de asiento “parece su madre”. Fue una pena que no saliera relajada, lo que si fue consiguiendo a medida que le iba cogiendo la medida al ambiente y empezó a llenar el escenario con ese empaque que da el tener planta, buena estampa y buena voz. Fabulosa. Y quien me causó una muy grata impresión, yo diría que hasta asombro, la “bailaora”. Esa faceta para mí es nueva, fantástica… qué expresión corporal… en fin… no encuentro el calificativo que le vendría bien porque estoy seguro me quedaría corto.

De la banda qué voy a decir que no se haya dicho ya, sí tengo que decir que los arreglos… pongan el adjetivo en grado superlativo que quieran y nos quedaremos cortos. No le van a la zaga los que interpretaban esos arreglos dirigidos por una muy buena batuta.

Pues bien estaba escribiendo sobre esto cuando me llegó una carta (que luego trascribiré) de una muy buena amiga, a la que le tengo mucho aprecio, refiriéndome una vivencia, como ella dice, de mi Zalamea. Dice así:

“Amigo Pastor: Quiero contarte un hecho vivido por mí en esta Zalamea de tus desvelos. Varias veces hemos hablado de algunas cosas buenas y otras, menos buenas, de tu tierra. Hoy relato una que, tal vez, no llame la atención a tus paisanos como a mí me llamó. Paso a relatar. Día 8 de Diciembre. Inmaculada Concepción. Misa de 12, acabando. “María Madre de Dios intercede por nosotros…. Dios te salve….” Las velas encendidas en el retablo, iluminando Su belleza; canta Joselino.

En ese momento se fue la luz. Él siguió cantando. Solo velas y esa prodigiosa voz, esa iglesia a oscuras y María iluminada por las velas y arropada por el canto… Se me escaparon dos lágrimas que ni pude ni quise sujetar, que acompañaban a las miles que caían desde el cielo, creo que tan emocionado como yo.
Era tal la belleza del momento y del lugar, que el mundo exterior parecía no existir.

Sé que para vosotros no es algo nuevo, a mí, después de cuatro años me sigue admirando escucharle.
Tenéis a alguien de quien presumir en Zalamea la Real, alguien con una voz prodigiosa, que podría conquistar al mundo, y que tal vez Dios ha dejado en vuestra Muy Noble y Leal Villa para cantarle a la Señora y extasiarme a mí.

Gracias Joselino. Gracias Zalamea.


Hasta aquí la carta y ahora, después de hablar con ella y hacerme su descripción yo le dije que en la misma transcripción iba contestarle… y así lo hago.

Estabas arrebatada por lo que veías y oías, y sin desfavorecer a mi amigo Joselino del que todos conocemos sus dotes tanto en voz como en conocimientos musicales, si he de decirte “que no es nada nuevo”, y que a las gentes más mayores esas demostraciones de amor hacia la Señora, como tú la calificas, también se manifestaban hace unos años con un gran coro de mujeres y acompañadas por otra persona, Carmen Mora, que me gustaría hubieras conocido, pero llegaste tarde, acompañaba a estas voces con el órgano, y una gran orquesta de instrumentos variados, que dicho sea de paso invita mucho más al recogimiento y la meditación (según mi opinión, que puede ser equivocada) para entonar los cantos de Seises, y aquel “Todo el mundo en general…”, que no recuerdo su autor, y que creo sólo se canta en la catedral de Sevilla en estas fiestas de la Inmaculada.

Admirabas ese altar mayor con las colgaduras celeste… ¿qué hubiera sido si hubieras visto todas las columnas, además de ese altar, con sus fundas celeste? Cierra los ojos y piensa en esta imagen. Se oyen las letanías cantadas y las contestaciones… “ora pro nobis”.

La iglesia iluminada sólo con cera, el Santísimo expuesto en el altar mayor cuajado de velas, olor a cera e incienso, el cura diciendo su sermón desde el púlpito, la iglesia abarrotada esperando los solos de Pilarita, Isabel, Mercedes, Ángeles, Josefina… y esa gran orquesta con esas magníficas voces entonando esos cantos de Seises, que tú conoces porque viviste en Sevilla, entonces también hubieras disfrutado; eran otros tiempos que por desgracia sólo cambian en mi pueblo.

Mi querida amiga Ana, no sabes cómo me alegra que vayas descubriendo las múltiples cosas buenas que tiene esa mi Zalamea de mis desvelos…. mas no es prolija en sus manifestaciones. Ya referí lo que un amigo decía de nuestra Zalamea, es la mejor, pero es fuego de artificio, ilumina con mucha luz pero efímera, se acaba pronto y tarda en repetirse… no es constante… pero así la quiero y seguiré luchando por ella, a pesar de las incomprensiones.