Existe un lugar en Zalamea, muy cerca del pueblo, que guarda un tesoro arqueológico de gran valor cuya finalidad aún no ha podido ser desvelada con certeza. Se trata de unas formas circulares grabadas en las superficies de dos grandes grupos de piedras.
Las razones que impulsaron a aquellos antepasados nuestros que habitaron esta zona hace más de 3.500 años a grabar unos extraños símbolos en las piedras permanecen en el terreno de las conjeturas y su significado sigue siendo aún un misterio.
Constituyen uno de los complejos arqueológicos de más interés de la provincia y arrojan algo de luz sobre unas manifestaciones culturales de la Edad del Bronce.
Situados en la finca denominada Los Aulagares, a un km aproximadamente al suroeste de Zalamea, comprenden dos núcleos que ocupan a la vez dos pequeños cerros distanciados entre sí unos 200 metros, en los que afloran rocas de riolitas sobre las que estan realizados los grabados.
El primero de ellos es una roca de superficie plana, casi horizontal, sobre la que se han realizado el grupo más numeroso. Se trata de 45 círculos de formas y dibujos variados, generalmente circunferencias concéntricas o radiadas de diferentes tamaños, algunas con puntos en sus diversas secciones. La figura principal llega a tener hasta 25 cm de diámetro.
En el otro núcleo, situado en un cerro de mayor altura que el anterior, los grabados se encuentran más dispersos, posiblemente debido a derrumbamientos o movimientos de las piedras, quizá por causas naturales. Pudiéndose distinguir dos agrupaciones que es probable que en su origen estuviesen juntas. En total son 13 figuras (12 prehistóricas y 1 paleocristiana) Aunque los grabados son menos numerosos sin embargo son más ricos en lo que a símbolos se refieren, predominando igualmente las figuras circulares concéntricas o radiadas aunque en esta ocasión aparece también una que parece representar los ojos de una lechuza y otra de forma cruciforme que no se corresponde con la época del resto, siendo datada, como dijimos antes, en un periodo paleocristiano (siglo V d. C.).
No son únicos estos grabados en la península siendo relativamente frecuentes en la fachada atlántica ibérica (Laxe Ferrada. Monte Farelo, Estela de Oles en Villaviciosa, Lanhelas en Portugal) lo que refleja la influencia de una cultura que debió extenderse por todo el oeste peninsular desde Galicia hasta Andalucía occidental. Según los expertos su origen se remonta al arte esquemático megalítico.
La interpretación más común que se le otorga en los estudios que sobre ellos se han publicado es la de carácter religioso, cosa frecuente en las manifestaciones artísticas prehistóricas. Pudo tratarse probablemente de un lugar sagrado que los pobladores de la zona tuvieran para realizar determinados ritos que se manifestaban en la grabación en las rocas de estos símbolos, no descartándose que pudiera tener también una determinada significación astronómica en la medida que esta estuviera relacionada con su religión y su vida social y económica, pero como dijimos al principio su significado está aún por desvelar.
El lugar pudo ser una especie de santuario en el que los habitantes de la zona se reunían en determinadas épocas para pedir protección y prosperidad para campos, animales y personas. Los escritores clásicos como Estrabón y Ptolomeo hacen alusión a este tipo de lugares sagrados como centros de culto a divinidades astronómicas recalcando que no son costumbres fenicias ni griegas sino propias de los indígenas.
El estudio comparativo de estos grabados, así como de la patina que los recubre, ha establecido su cronología entre el 1.800 y 1.500 antes de Cristo, durante la Edad del Bronce.
En lo que se refiere a la cruz paleocristiana que hayamos entre los grabados es el único testimonio que encontramos en Zalamea del proceso de cristianización primitiva. Posiblemente el cristianismo conviviera en nuestro pueblo con otros ritos paganos indígenas e hispanorromanos en el siglo V durante un largo periodo de tiempo al final de la decadencia del imperio y comienzo de dominio visigodo. Con toda probabilidad los primeros cristianos zalameños utilizaron un lugar de alto valor simbólico para grabar en él lo que sería el signo de su nueva religión.
Pero 2000 años antes que estos primeros cristianos, otros pobladores habían dejado ya sobre esas mismas rocas las figuras de las que hemos hablado y que aún los expertos se afanan en interpretar.
Manuel Domínguez Cornejo y Antonio Domínguez Pérez de León