domingo, 10 de diciembre de 2006

Noche de fuego


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Eran las 12 del mediodía del pasado jueves, 7 de diciembre, cuando el característico repique de campanas de nuestra torre, hizo recordar a los zalameños la fecha especial que nos abordaba. Las semanas anteriores, nuestros campos habían sido ya testigos del continuo ajetreo de idas y venidas en busca de leña que sirviera de combustible para las candelas que iluminarían la noche de diciembre en honor de la Purísima. Cuando la lluvia de caramelos empezó a regar las cabezas de las personas congregadas en las proximidades de la torre, el trabajo previo de acarreo de leña estaba prácticamente hecho, por lo que muchos zalameños, aprovecharon la ocasión para visitar este tradicional acto que inaugura nuestros Día de las Candelas. Era el punto de partida, que a pesar de su corta duración, llena de contenido a la jornada. Un acto simple, que sin embargo sigue congregando a muchos padres e hijos en busca del dulce elemento. La fiesta quedaba oficialmente inaugurada, y en muchos rincones zalameños, ya se comenzaban a levantar las estructuras de las candelas. Jara, eucalipto, maderas y objetos que el tiempo había condenado al olvido, empezaron a formar parte por todas partes del pueblo, para en su unión formar una gran pira.

El transcurrir de las horas, pronto hizo que las sombras y posteriormente la oscuridad cubriera nuestra villa. En algunas zonas del pueblo, algunos zalameños todavía se afanaban en ultimar su hogueras, cuando en La Plaza del Mercado de Abastos, las primeras llamas comenzaron excepcionalmente a extender sus lenguas de fuego entre las hojas de las palmeras. Por un año la tradición, no se cumplía, y una candela se adelantaba al resto. La retransmisión en directo a través de las cámaras del programa Andalucía Directo, fue la causante de esta anomalía. Mientras tanto, las restantes candelas, esperaban la señal de las campanas para su encendido. Una fina capa de lluvia, se hacía presente en el pueblo, haciendo temer por el desarrollo de la jornada.

A las 8:30, y una vez culminada la novena, las campanas de la Torre, comenzaron con su característico repique, haciendo que pasado unos minutos, ya se pudieran observar en algunas calles del pueblo, las llamas que lanzaban las más prematuras. La gente entre paraguas, comenzó a peregrinar entre las distintas candelas, a pesar del tiempo que se presentaba, mientras que petardos, y demás artefactos pirotécnicos inundaba el ambiete de las explosiones características de estas fechas. Con el tiempo y una vez que las candelas comenzaron a atenuarse, muchos zalameños procedieron, a pesar de la climatología, a comer alrededor de las candelas, alargando la noche, en muchos casos, hasta altas horas de la madrugada.