jueves, 21 de mayo de 2009

Carta para nuestro hijo Ignacio

Querido hijo:

Vivimos en España en un Régimen Democrático, con una Constitución Democrática, pero todavía es necesario un gran esfuerzo pedagógico y de ejemplo moral para que nuestros políticos acompasen sus comportamientos con las Instituciones que entre todos nos hemos dado.

Los políticos tienen que transmitir la sensación de que se ocupan claramente de los problemas de los ciudadanos y que saben lo que tienen entre manos. Mal político para el pueblo aquel que se ocupa sólo de defender y estar al servicio del su partido. Mal político aquel que sólo sabe escribir al Dictado de otros y se olvida de luchar por los verdaderos intereses de su pueblo, a los que verdaderamente está obligado y legitimado por haberse prestado voluntariamente y haber sido elegido para ello por un pueblo que le ha dado su confianza.

Hay fenómenos, querido hijo, que se eternizan hasta fatigar toda una vida, incluso hasta más, y sobre todo, no es bueno gobernar desde el resentimiento.

El “yo mando”, “te ordeno”, “te mando y te ordeno”, “porque lo digo yo”, eso es de otra época, de señoritos, y hasta diría que de gente poco preparada. Ahora hay que utilizar el diálogo, llegar a buenos acuerdos para todos y hay que estar llenos de razones para convencer.

Lo ideal es el respeto a la ética, a los principios y sobre todo a los derechos individuales de cada ciudadano. No es nada aleccionador utilizar palabras, que para el que las recibe, le lleva a veces a la frustración al ver que esos mismos dirigentes políticos, a los que él mismo ha podido votar, las utilizan en su contra como armas arrojadizas. No debemos de tener la menor duda de que este respeto hace a los pueblos más grandes.

La prepotencia y la arrogancia son adjetivos que deberían estar prohibidos en el devenir de un buen dirigente. La descalificación dirigida a los que nos rodean, incluso a aquellos que están haciendo una gran labor al servicio del pueblo (y que éste reconoce y agradece) da fe de la poca capacidad y miras de un político.


El deber de un buen dirigente que ama a su pueblo y lucha por él es el de unir a todos en la labor de hacer mejor y más grande a aquellos que representa. Esta es una tarea difícil, llena de humildad. Lo más fácil y cómodo es todo lo contrario, es tan sencillo, como que solo vean y oigan a la camarilla agradecida que los rodean.

Nadie, y digo nadie, tiene derecho a imponer algo que no es justo por la fuerza.

De todo se aprende. Dº Antonio Machado decía en uno de sus poemas “todo el que aguarda sabe que la victoria es suya”. Mientras aguardamos, es bueno que nuestro carácter no se agrie. No podemos cambiar nuestra actitud ni nuestra forma de ser y pensar porque alguna vez las cosas no han salido como nosotros queríamos y el trato ha sido vejatorio.

Si hemos trabajado bien, si la labor desempeñada ha sido reconocida y agradecida por los que nos rodean, pues entonces....

Adelante

Con todo nuestro cariño, tus padres:

Mary y Eusebio