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Las primeras puntadas que se dan en un comienzo son las que discurren por el cerebro. Son las más importante. Hay que unir todos los retazos de tiempo libre y ensamblarlos a aguja y dedal para poder así obtener momentos en los que poderse dedicar a vestir a zalamea de sabor a medievo. Mientras la aguja atraviesa en millares de ocasiones el tejido, las cabezas ajenas a la actividad mecánica que se va desarrollando, siguen paseando por la imaginación esbozando los patrones necesarios para conseguir los objetivos planeados. Es la fase en la que se va hilvanando el atrezzo de las jornadas. Hay que tener todo muy bien previsto, para que el poco tiempo libre rinda al máximo nivel. Tras el vendrá el momento de materializar las ideas, las programadas y las que van surgiendo de la asociación Cistus Jara en los distintos tramos de la planificación. La limitación de presupuesto hace que el poderoso caballero don dinero se convierta en el jefe de costura. Si no hay dinero para contratar un campamento medieval, se recurrirá a las manos de estas artesanas; que los caballeros medievales necesitan nueva indumentaria, las encargadas de costura de las jornadas verán como su trabajo aumenta en esa proporción. Es un trabajo dedicado, de muchas horas viendo el constante zigzagueo de las agujas, acompañadas únicamente de una luz tenue que se convierte en los focos que iluminan su escenario particular. Un escenario privado en la intimidad de sus casas que en poco tiempo se convertirá en secundario. Sus obras una vez finalizadas se convertirán en la autentica iluminación de la escena: Las Jornadas Musulmano- Crsitianas. Ataviadas de su aguja, dedal y maquina de coser, estas voluntarias luchan en su propio torneo medieval, para salir victoriosas en su confrontación ante los enemigos del tiempo y el dinero. Mas que caballeras…sastrecillas valientes